Hacer política, es trabajar observando y reconociendo temas de interés para un Estado, una población o para la ciudad; desde luego, esto se hace con el objetivo de diseñar y echar a andar medidas de respuesta a esos temas; de manera simple, esto es hacer política.
Sin embargo, hay quienes ven en la política o en el ejercicio del gobierno, una oportunidad para hacer dinero o tener todas aquellas ventajas que de otra manera no podrían tener, por ejemplo, salarios extra-ordinarios, posibilidad de hacer buenos negocios, colocar a familiares o amigos en puestos de gobierno o simplemente tener visibilidad. Lo más lamentable, es que se hace todo esto al amparo de la impunidad y la corrupción.
Estas son las dos caras de la moneda en el hacer política y hacer gobierno. Desde luego, no todo es malo porque la política es una actividad tan noble como necesaria, pues significa mirar por el otro y por su bienestar.
El problema de hoy, es que cada día es más complejo hacer política y gobernar.
Para empezar, se requiere dinero. A pesar de lo que digan, el dinero público o propio es indispensable para hacer política; piensen en alguna actividad que genere bienestar público. ¿Cómo ayudar si no se tiene dinero? No es posible.
Lo segundo es, tener al alcance programas del gobierno, con los cuales no necesariamente se mueve dinero –de forma directa-, pero sí se tiene la posibilidad de disponer de otro tipo de recursos para ayudar; piense por ejemplo en las becas escolares que se otorgan.
Lo tercero es, tener el respaldo de un partido político, y una cuarta característica es, tener el respeto de la gente para formar redes sociales que ayuden a penetrar rápidamente entre la población y aterrizar sin problema los recursos.
La realidad es ésta, a pesar de que algunos creen que se puede ser político y gobernar, tan sólo porque “tienen interés en la sociedad o tienen todo el ánimo para ser gobernantes”, lo cual no es malo, pero nunca será suficiente.
A pesar de lo anterior, hay algo que muchos políticos y aspirantes a políticos no están viendo: México se está descomponiendo aceleradamente como Estado. Así es, el Estado, que es una forma de organización política y social creada por el propio hombre para vivir en armonía, comienza a colapsarse.
Un Estado –como figura de organización-, finca su legitimidad en la confianza que le da la sociedad a un grupo de individuos para que gobiernen. El grave problema por el que atraviesa México, es que la sociedad cada día muestra más desconfianza y hartazgo en esa clase política que se supone, debe gobernar para todos.
Autodefensas, linchamientos, cambios drásticos en las urnas, elección de rocstar´s en lugar de políticos profesionales, o insultos grotescos en las redes sociales, son cada vez más frecuentes.
Si esto no les preocupa a los gobernantes están metidos en un gran lío, a pesar de que prometan austeridad al ejercer el poder público o combatir la corrupción. Esto es correcto, pero aún queda sólo en el discurso, y no les alcanzará, a menos que lo aterricen en los hechos.
Hay que ir más allá. Es necesario observar el avance de la sociedad.
En teoría, la democratización, la ciudadanización y la gobernanza son buenas y son necesarias. Pero en la práctica, en México, lo que se está democratizando es la posibilidad de que cualquier ciudadano se autogobierne a costa de lo que sea y eso solo significa que el Estado mexicano ya no está funcionando.
Hoy es mucho más complejo gobernar y los riesgos ante la sociedad para los políticos, parecen cada día más grandes.
*El autor es licenciado en derecho, con estudios de maestría en Ciencia Política y maestría en Neuromarketing, con estudios de doctorado en Política, Gobernabilidad y Políticas Públicas y diplomado en Marketing Político. Conoce su portal http://esferacomunicacionestrategica.com.mx/