Foto: Archivo/Raúl Tinoco

En Michoacán como en todo México, el futbol representa algo más que una pasión que se inicia desde que eres niño, cuando tienes tu primer balón. El esférico llamado balón te invita a soñar en grande, pero, la verdadera pasión nace con la ‘cascarita’ que es el juego más espontáneo, el futbol de la calle en donde no importa la cancha, no importa el rival y mucho menos la portería, el chiste es soñar a que juego igual o mejor que la estrella que sale en la tele.

El rito de la ‘cascarita’ inicia después de comer, tras haber ido a la escuela. No importa si tienes 8 o 16 años, lo que quieres es que tus cuates toquen la puerta para invitarte a jugar; y si no toca alguien, tú eres el primero en salir. Te enfundas la playera de tu equipo favorito, te amarras los tenis o también puedes jugar con zapatos, al fin y al cabo da igual. La cancha te espera, ya está lista: es la calle, o el lote baldío del barrio que es el campito más exclusivo, único y el que siempre recordarás, tengas los años que tengas.

Eso y mucho más es la ‘cascarita’ del barrio: es un campo de sueños, de ilusiones y de alegría desbordada que nos hace sentir que estamos jugando en la Champions,  en el Mundial: junto a Messi, o yo soy Messi o tal vez ‘El Chicharito’.

En mi equipo está Xavi, Iniesta y juego contra Cristiano, Bale, Benzema.   La  ‘cascarita’ del barrio se convierte en nuestro propio televisor, en nuestra fama, en la gran oportunidad de lucir que juego bien al futbol ante los reflectores de los amigos y vecinos y de aquella niña que te sonríe al marcar un gol.

Los grandes jugadores del momento se posesionan de los pies de mi amigo Carlitos que hace una gambeta igual o mejor que Neymar, mientras que Juanito tapa la pelota con un gran lance al estilo Volpi, sin importar si hay pasto o cemento, para el caso da igual, es el espacio en el que son las estrellas.

Foto: Archivo/Raúl Tinoco
Foto: Archivo/Raúl Tinoco

En la ‘cascarita’ del barrio hay ciertas reglas que se tienen que cumplir, por ejemplo: las porterías pueden ser con solamente dos piedras o dos envases de refresco, sin importar la altura con la que se cante un gol, ahí, deberán de ponerse de acuerdo. Ese grito de gol debe de ser como en el estadio, gritarlo fuerte a todo pulmón a un unísono: “GOOOOOOOOOOOOOOOOOL”, no hay sensación más placentera que meter un gol.

La pelota con tal de que sea redonda es lo esencial, porque puede ser un buen balón, pero también se juega con una pelota que puede estar medio desinflada. Y también se vale narrar, siempre hay un narrador que le pone más sabor al juego.

Foto: Archivo/Raúl Tinoco
Foto: Archivo/Raúl Tinoco

Luego conforme avanza la ‘cascarita’ del barrio, todos le entran al folklore: el más grandote contra el chaparrón, el más gordito contra el flacuchón y surge la eterna rivalidad: los de mi cuadra contra los de la otra cuadra, así nace la primera rivalidad en la que hay que defender con todo al barrio, al equipo, a los compas.

La ‘cascarita’ se convierte en la primera gran pasión. Es el alucín perfecto de la rivalidad de cuadra contra cuadra, luego barrio contra barrio, y así empieza a surgir el verdadero talento futbolero, sino pregunten de dónde salió Maradona, Pelé, Ronaldhino, el ‘Cuau’ salieron del barrio, de la mera ‘cascarita’.

Eso sí también, los cuates de la ‘cascarita’ son los primeros grandes amigos con los que se crea el círculo de pertenencia; y es tu equipo de futbol lo que más defiendes a capa y espada, sin importar que ya te echaste los tenis y hasta los zapatos con los que vas a la escuela, el regaño de los padres no se hace esperar.

Y lo más admirable es que puedes jugar tres, cuatro y hasta cinco partidos y no te has cansado, quieres jugar por toda la vida, pero al final, la cascarita siempre termina con la gran frase: “el que anote el gol gana”.

Por eso y muchas cosas más la ‘cascarita’ del barrio nunca desaparecerá y está llena de pasión, ilusión y de historias interminables de lo que fuimos y soñamos ser. Además de que en la ‘cascarita’ se encuentra el mejor talento del futbol porque se juega de forma natural,  espontánea y divertida y no a los estilos mecanizados del actual balompié profesional, por eso y muchas otras cosas más: “la cascarita del barrio, es un rito que no desaparecerá jamás”.


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