Suena raro que el Presidente se haya convertido en el principal promotor de la revocación de mandato. Ya es una realidad. Los ciudadanos lo pueden sacar de Palacio Nacional a finales del 2021 o en los dos primeros meses del 2022, aun cuando el mandato para el que fue elegido termina en 2024.
Más raro es que Morena y rémoras hayan votado en el Senado —junto con PRI, MC, PRD y tres panistas— esas modificaciones a la Carta Magna, que requerían mayoría calificada.
Le mueven también el tapete a los gobernadores que hayan perdido la confianza de sus electores a mitad de su mandato.
México pasará a formar parte de países como Argentina, Colombia, Ecuador o Perú, que ya cuentan con ese instrumento de “democracia participativa”.
* Sería una ingenuidad suponer que AMLO echó a andar la máquina legislativa de Morena y a su mejor operador —Ricardo Monreal— para aprobar el revocatorio y la consulta popular por su enorme apego a la democracia.
La reiterada frase “el pueblo pone y el pueblo quita” apareció en todas las curules de mayoría, donde todo eran risas y felicitaciones después de la aprobación.
“Parole, parole, parole…!”, diría la vieja canción interpretada por Dalida y Alain Delon.
* AMLO no es un demócrata liberal. Alguna vez comentó a su paisano Arturo Núñez que “este país no avanza con procesos electorales, sino con movilizaciones sociales” (El pueblo soy yo, Enrique Krauze, página 195).
Es evidente que detrás de la reforma hay un riesgo calculado. Mi instinto me dice que no se trata de una ratificación que luego se convertirá en reelección. El hombre no tiene las condiciones de salud —ya tuvo un infarto— ni la edad para completar dos sexenios.
Tenía lógica el argumento de la oposición cuando afirmaba que la intención era aparecer en la boleta el día de la elección intermedia para empujar a Morena.
Pero se corrigió. Será un procedimiento de votación libre, directa y secreta. Podrá ser solicitado una vez y durante los tres meses posteriores a la conclusión del tercer año de mandato del Presidente.
Sólo los ciudadanos podrán solicitar el revocatorio, que tendrá que ser organizado por el INE —institución a la que AMLO no le tiene confianza—, a condición de que reúnan firmas de, por lo menos, el 3% del padrón.
En el caso de los gobernadores es el 10% del listado local.
Para que sus resultados sean vinculatorios se requiere una participación mínima del 40% de los ciudadanos, con una dispersión representativa en, por lo menos, 17 estados.
* Nos asomamos al debate en el Senado. Escuchamos los posicionamientos de cada bancada, hasta que llegó el debate. 30 oradores se registraron. El panista Gustavo Madero abrió la ofensiva en contra:
“No ha habido un momento en que la aplanadora Morena, bajo el dedo convertido en batuta para que bailen al son de las mañaneras, no quiera avanzar en su perverso plan de imponer al país la visión de un solo hombre… El Presidente niega la democracia y la reemplaza por consultas manipuladas.
“…Nos delata su imagen corporativa de gobierno de México. No se presentan como gobierno de la República. Él es el gobierno de México. ¡Ni madres! Es sólo un Presidente que debe cumplir y hacer cumplir la Constitución”.
Le respondió, turnos después, otro exjefe del PAN: Germán Martínez. El ahora senador de Morena no se le fue encima a su expartido. Nobleza obliga.
“El Presidente llegó al poder por la puerta que construyó el PAN, cuando el PAN no le tenía miedo al ciudadano. Es la puerta por la que entró Morena al poder que quiere hacer más grande: la puerta de acceso y control constitucional de los ciudadanos. Se llama democracia participativa”.
* Salí del Senado rumbo a la oficina pasadas las 6 de la tarde. En el auto sintonicé Radio Fórmula, con Pepe Cárdenas. Estaba al aire con el historiador Héctor Aguilar Camín.
“La revocación de mandato es una noticia muy mala para la democracia. El Congreso le metió una tuerca al engranaje democrático. Es un proyecto de agitación electoral continua. Los gobiernos van a estar todo el tiempo pensando en las elecciones y no en el gobierno”, sintetizó…