Por: Marx Aguirre Ochoa
“Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana, tiene rostro de joven”. Así lo dijo el papa Francisco, cuando vino a México, en el 2016. Retomo esto, por que viene necesaria la reflexión en una sociedad hartada de corrupción, pobreza, desempleo, violencia, narcotráfico y los más altos niveles de desigualdad social a nivel mundial. Si bien, las, cosas no han cambiado mucho y las transformaciones anheladas no han llegado todavía, sumado el Covid 19. Ante esto, es necesario no perder de vista, ni mucho menos dejar de preguntarse: ¿Cómo habremos de sentir y hacer los cambios tan necesarios en la sociedad mexicana?. Sin duda, con la juventud. Es el momento de los jóvenes ya, hay mucho que rescatar y el reto es con ellos y de ello hay mucho que trabajar.
¿Cómo imaginan su futuro los jóvenes?. Todos sueñan, sabiendo que crecen y que tienen la oportunidad para realizar un proyecto de vida. Esperar satisfacciones de sus logros, de sus avances, de las posibilidades de mejoramiento. Saber que llegará el momento en que tendrán que valerse por sí mismos, que habrán de trabajar, formar sus familias y realizarse de acuerdo con sus ideales.
¿Qué pasa cuando los jóvenes tienen dificultades para acceder a la educación y al empleo?. Evidentemente se están formando generaciones en la frustración y la angustia, en la pérdida de esperanzas, en la proclividad a la violencia y a las “salvaciones” individuales al precio que sea. Suicidios, delincuencia, drogadicción, desenfreno de las emociones, y salidas fáciles y tentadoras cuyas prácticas se extienden y se hacen cotidianas. La falta de oportunidades de trabajo digno, de posibilidades de estudio y capacitación y el reconocimiento de los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites.
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Dijo el papa Francisco, en aquella ocasión, “No se puede vivir la esperanza, sentir el mañana, si primero uno no logra valorarse, si no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena, sentir con las manos, con el corazón y con la mente que puedo construir esperanza. Si no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido”
¿Por qué una muchacha de 15 años ingresa al crimen organizado?, ¿Por qué una joven de 16 años se embaraza aún con todas las políticas de prevención de embarazos no deseados?. A pesar de que distintos acontecimientos son abordados con números, no debería olvidarse que los números son solamente expresiones de la realidad, que indican cuánto, pero no el qué y el por qué
Aparte están las dificultades para ingresar al sistema escolar, particularmente en los niveles superiores. Simplemente, se dice, no hay capacidad y recursos para atender la demanda. Miles y miles de jóvenes carecen de acceso a las universidades públicas e institutos tecnológicos, con argumentos diversos que conducen al mismo resultado, desperdicio de energía y potencial de trabajo innovador de lo que los demógrafos llaman el “bono demográfico”. La alternativa esta representada por la enseñanza privada, sin suficiente control y con el riesgo implícito para quienes, pocos sin duda, pueden pagarla, de formarse en escuelas y universidades “patito”.
Políticamente los jóvenes protagonizan movimientos de coyuntura que muestran su enorme potencial. Contribuyen a formar conciencia política pero carecen de sus propias estructuras de participación. A los partidos políticos les interesan los votos en tiempos electorales y, hasta hoy, las políticas públicas continúan atrapadas en el concepto que entiende a la juventud como objeto de atenciones a demandas inmediatas y no como sujetos participativos en procesos de largo plazo.
¿Cómo lograr la prosperidad de Michoacán en su economía, ciencia y tecnología, arte y cultura, de manera creciente y sostenida, al margan de su juventud?. Cómo será el futuro del mundo con la juventud del ahora?, las necesidades son muchas, las alternativas insuficientes aún.
Los jóvenes son la riqueza de este país y no la esperanza de esta tierra, recalcando “riqueza”, si “riqueza” que hay que transformar en esperanza. Los jóvenes son la riqueza, hay que transformarla en esperanza. No perdamos el encanto de soñar. Es una invitación a retomar el papel de la juventud, a cambiar, a incorporarlos realmente, a capacitarlos, a retomar principios y valores, a reeducar en la cultura de cuidado al medio ambiente, a los derechos humanos, al trabajo, al esfuerzo, a la solidaridad, a la identidad, al orgullo, a no perder la esperanza de que las cosas van a mejorar para todos, unidos con nuestros jóvenes.