¿Qué pasa en el entorno de una mujer que desaparece? ¿Cómo afecta a la sociedad, la suspensión de los roles que desempeña en la familia, escuela o trabajo? ¿Cuáles son las consecuencias de su ausencia?
El paro de mujeres a nivel nacional, programado para este lunes 9 de marzo, busca ser un movimiento de conciencias, que sensibilice a la población con las respuestas -simbólicas-asimbólicas- a estas preguntas.
No será un día de asueto, sino de protesta.
Por las niñas, jóvenes y adultas desaparecidas, abusadas y muertas, por las víctimas de la violencia de género, a la que todas estamos expuestas.
Será la paralización de la rutina para la empatía y solidaridad hacia quienes les fue arrebatada la posibilidad de continuar viviendo… las que ya no pueden protestar.
Y también, porque estamos hartas de las conductas normalizadas que atentan contra nuestra dignidad. De las actitudes cotidianas de prepotencia y aversión hacia las mujeres.
No obstante, persiste la desinformación.
Permea la creencia de que los hombres -niños y adultos- pueden “apoyar” y unirse al paro, lo que evidencia el desconocimiento de los fines reales de esta actividad exclusiva de mujeres, sólo por el hecho de serlo.
Es absurdo e incongruente, tanto como pensar que solidarizarse, es otorgarnos permiso para participar, o que estamos obligadas a avisar que lo haremos.
Hay muchas que no pueden unirse, aunque les gustaría, porque otras personas dependen de ellas, como sus hijas e hijos. También, las que brindan asistencia a quienes no pueden hacerse cargo de sí mismos/as, ya sea por discapacidad o vulnerabilidad. Y aquellas de situación económica precaria, que no pueden arriesgar sus ingresos.
Estas situaciones, contrario a lo que por varios -y varias- se cree, no contrarrestan la legitimidad de la movilización. Al contrario, la fortalecen.
Porque, ¿qué sucedería si alguien les arrebatara la posibilidad de estar ahí, donde deben? Si a alguna de ellas, un tipo decidiera violarla, torturarla, mutilarla y matarla, sólo porque puede.
Así exigimos y defendemos nuestra libertad de coexistir con libertad y sin miedo. Porque queremos que esto pare.
Entonces, ¿de qué manera puede, cada una, contribuir?
No sólo se trata de faltar a clases o laborar, sino de hacer notar, con efectividad, los cambios que produce la imposibilidad de interactuar con nosotras.
En consecuencia, una de las medidas de mayor impacto, será evitar el uso de nuestra herramienta de comunicación por excelencia: el celular. No llamadas, mensajes, ni redes sociales.
Tampoco utilizar tecnologías y servicios que requieren y registran consumo, como las plataformas de streaming y aplicaciones de compras en línea. Cada una podemos contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, si lo hacemos a conciencia.
Otra medida importante, es evitar las tareas domésticas y la presencia en lugares públicos. Que las niñas no jueguen en la calle, que no se escuchen sus risas en las aulas. Toda acción, por pequeña que parezca, suma.
Por la visibilidad de las que no contestan, las que no salen, las que no asisten… porque no pueden y ahora son una cifra más.
Esto es por nosotras. Es por todas. Por las pérdidas humanas que generan sufrimiento y rabia. Hagamos que se perciba, que no quede duda…
¡Que se sienta el power, mexicanas!