Michoacán es por excelencia, un destino turístico que maravilla. Siempre tiene algo nuevo que ofrecer, incluso, a quienes en él nacieron. Aquí no hay más de lo mismo.
Sin embargo, los esfuerzos transversales para su promoción, posicionamiento y competitividad, han tenido que sortear grandes obstáculos, como la reducción drástica de recursos federales y la cancelación de mecanismos efectivos de financiamiento, como el Programa de Desarrollo Regional Turístico Sustentable y Pueblos Mágicos (Prodermagico), que beneficiaba principalmente a proyectos de turismo cultural, abundantes en el estado.
En este sexenio, el de Andrés Manuel López Obrador, el Gobierno de México cortó de tajo los incentivos financieros que recibían 121 pueblos mágicos, ocho de ellos michoacanos, ricos en historia, arquitectura y producción artesanal: Cuitzeo del Porvenir, Jiquilpan de Juárez, Mineral de Angangueo, Pátzcuaro, Santa Clara del Cobre, Tacámbaro, Tlalpujahua de Rayón y Tzintzuntzan.
El extinto presupuesto era utilizado para mejorar la infraestructura, servicios y atractivos que ofrecen estos sitios pintorescos que cautivan y encantan con su magia, aprovechando una distinción que vende y les concede mayor visibilidad ante las miradas nacionales y extranjeras.
A este gran detractor, se sumaron la desaparición del Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), del Fideicomiso Público ProMéxico y del Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM), así como las repetidas -e injustas- alertas de viaje que emite el Gobierno de Estados Unidos, señalando a la entidad como destino peligroso.
A pesar de todo, en 2019, Michoacán superó el récord de afluencia turística, con nueve millones 417 mil visitantes, sobre los nueve mil 218 del 2007, año anterior al de “los granadazos”, que ocurrieron frente al entonces gobernador Leonel Godoy Rangel, ahora integrante del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y allegado al presidente de la República.
Pero hay tanto que probar, mirar, caminar, saber, conocer de Michoacán, de los cual llenarse los sentidos y el corazón, que no cesa el trabajo desde el gobierno estatal y la iniciativa privada por presumir lo que, en abundancia, tiene de presumible.
Yo, por ejemplo, quisiera sentir lo que siente el turismo que admira, por primera vez, la Catedral de Morelia y su Centro Histórico. Sería un placer experimentar el asombro de los ojos ajenos, abiertos a lo desconocido.
Por eso, mi más reciente propósito, es ser turista en mi tierra, redescubrir lo cotidiano y ampliar los límites de lo conocido.