Ante la pandemia por COVID-19, en Michoacán, como en todo el país, el aislamiento ya era obligatorio en términos morales. Porque nuestro actuar individual frente a la contingencia sanitaria, repercute en la colectividad, ya sea positiva o negativamente.
Como integrantes de la sociedad, poseemos derechos y obligaciones que abonan al beneficio común y el orden social. Nuestro deber principal y fundamental, es su reconocimiento y ejercicio, tanto pleno como consciente.
Decretado
A partir de este lunes 20 de abril, entró en vigor en el estado, el decreto que declara el aislamiento obligatorio ante la pandemia del virus SARS-COV2 (COVID-19), firmado por el gobernador Silvano Aureoles Conejo, con vigencia al 17 de mayo.
Ante la reiterada resistencia de muchos(as) a asumirse como parte del todo que es la sociedad, en la que influyen y son factor determinante, la autoridad estatal estableció el resguardo forzoso de las personas en sus hogares –excepto de aquellas que realicen actividades esenciales-, y las consecuentes sanciones a quienes desacaten el distanciamiento social.
Por aquellas que procedieron en función de su egoísmo, desidia e incredulidad, el resguardo doméstico perdió la cualidad de voluntario.
Si reflexionamos, esta determinación sólo implicará un cambio drástico para este sector, el que seguía paseando y participando en fiestas, el que no comprendió que su actuar provoca la salvación o la pérdida de vidas humanas.
La protección a la salud, es un claro ejemplo de la ambivalencia entre el derecho y el deber: aunque el gobierno está obligado a garantizarnos el acceso, a todos(as) nos corresponde el uso racional y responsable de los servicios en la materia.
Esto implica, evitar a toda costa la saturación de las unidades médicas que atienden los casos confirmados y, por ende, que se rebase la capacidad institucional.
Hay mucha gente que quisiera aislarse hasta el hartazgo, tener la oportunidad de decidir entre ver una serie o una película, leer o pasar el día en redes sociales. Pero no puede, porque tiene que trabajar para comer, o laborar en sectores estratégicos del combate a la crisis epidemiológica, con el riesgo constante de contagiarse.
Aunque el debate se ha centrado en si es o no constitucional, con sustento jurídico o sin él, la necesidad del aislamiento, en términos morales o legales, es incuestionable, por la vida e integridad propia y del prójimo.
Mientras tanto, continuamos esperando la sabiduría y bondad que el presidente de México le atribuye al pueblo, así como esperamos encontrar en él, autoridad y liderazgo.
En conclusión
Esta discusión mediática, nos invita a preguntarnos: somos integrantes de la sociedad, ¿para bien o para mal?
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