Por: Kali Tapia Martínez
“Fuchi, caca… esa es la transformación”, estableció Andrés Manuel López Obrador el pasado 9 de febrero, en referencia a la “fórmula” para acabar con la corrupción y la impunidad en el país, la cual califica como “sencilla, pero trascendente y profunda”. No obstante, cada quien habla de la feria según le va en ella.
A la fecha persiste el desabasto de medicamentos para menores con cáncer. En consecuencia, sus familiares han protestado e interpuesto demandas y amparos, exigiendo los tratamientos oncológicos que el Gobierno de México está obligado a suministrar.
La respuesta del mandatario mexicano, como siempre, recae en repartir culpas, sin aceptar la suya. Señala retrasos de las empresas distribuidoras, a la vez que afirma y reafirma que hay suficiencia.
Esa ha sido la “fórmula sencilla”: terminar los contratos con las farmacéuticas “corruptas” que abastecían a los hospitales en el sexenio pasado, sin antes aplicar una estrategia efectiva para el abasto de medicinas. Pero sigue sin atender el principal objetivo, que es la protección de la salud de las niñas y niños a los que ha dejado en completo estado de indefensión.
La trascendencia y profundidad de este asunto, se manifiestan en términos negativos. La medicación nula o irregular conlleva consecuencias fatales para las y los pacientes infantiles.
Mientras tanto, en su prolongada campaña el jefe del Ejecutivo federal sostiene la frase “por el bien de todos, primero los pobres”, cuando justamente, los sectores de escasos recursos son los más perjudicados con la inexistencia de fármacos.
No necesitan más diarrea verbal, adolecen de soluciones efectivas, porque el combate a la corrupción debe traducirse en la atención real a las necesidades de la gente. Ésta es su verdadera razón de ser.