Por José María Estrada Martínez.
“Eliminar el racismo no significa convencer de que los
otros no son diferentes a nosotros, sino comprender
y aceptar su diferencia”
Umberto Eco
El pasado 25 de mayo de 2020, el afroamericano George Perry Floyd Jr. falleció a manos de un agente policial en el suburbio de Powderhorn en la ciudad de Minneapolis, Minnesota, Estados Unidos. El motivo de su detención se dio en razón de que el ahora occiso había pagado una caja de cigarrillos aparentemente con un billete falso de 20 dólares en la tienda Cup Foods.
Sin resistirse al arresto, George Floyd fue sometido con uso excesivo de la fuerza por parte del agente Derek Chauvin, quien este último teniendo al sospechoso esposado y recostado sobre la acera, colocó innecesariamente una de sus rodillas en el cuello del detenido a lo largo de nueve minutos, tiempo suficiente que vasto para provocarle la muerta por asfixia.
Lo acontecido, provocó de facto una oleada de indignación y protestas a lo largo de todo los Estados Unidos en contra del racismo, la xenofobia y los abusos policiales hacia ciudadanos afroamericanos. Manifestaciones, que por cierto, han sido brutalmente reprimidas tanto por los cuerpos policiales como por parte de la propia Guardia Nacional.
No obstante, la muerte de George Floyd no resulta ser una novedad en el contexto de la historia americana, ya que desde sus orígenes y fundación de los Estados Unidos como nación, la intolerancia y el racismo han sido dos contantes que han formado parte de los cimientos que han erigido al vecino país del norte, parafraseando lo declarado hace algunos días por el cineasta afroamericano Spike Lee.
Es así, que el fondo de la cuestión y de lo cual debemos reflexionar, es que lo ocurrido ciertamente se ubica propiamente en las razones de la intolerancia y el racismo, que por cierto, Umberto Eco viene a dimensionarles atingentemente en un libro publicado recientemente post mortem el pasado octubre de 2019 y, que lleva por título: Migración e Intolerancia.
Sin embargo, el caso de George Floyd es para muestra un solo botón de una amplia constelación de crímenes y acciones motivadas por el racismo, este, entendido como una reacción patológica ante la diversidad y de una intolerancia salvaje que nace de la proximidad de alguien que es “casi” igual a los demás, esto, al decir del semiólogo italiano.
Finalmente cabe decir, que apelando siempre al uso de la razón, el atacar a la intolerancia como al racismo no debe significar “convencer de que los otros no son diferentes a nosotros, sino comprender y aceptar su diferencia”, puntualiza Umberto Eco.
Te podría interesar. La política energética de la 4t y los derechos fundamentales