Por: Marx Aguirre Ochoa
Un principio básico de la sociología, consiste en afirmar que el ser social es el que determina la conciencia social, o lo que es lo mismo, es la realidad la que determina todo lo que se mueve en el interior del ser humano, su pensamiento y sus emociones, así como el conjunto de las relaciones sociales en las cuales existe. Las ideas son el resultado y no el origen, del mismo modo como la forma en que cada quien se relaciona con los otros, con la familia, con los amigos, con todo lo demás, con la sociedad entera.
Una vez establecidas, realidad y conciencia interactúan, se refuerzan, cambian o se aniquilan. La realidad proyectada en cada cabeza, crea una nueva realidad objetiva que es capaz de moverse por sí misma para encontrar explicaciones y descubrir alternativas. Nada importante o no importante deja de pasar por el pensamiento humano y las relaciones con los otros.
A partir de ello, es conveniente realizar un esfuerzo de comprensión, sobre la situación presente en Michoacán, particularmente referido a la inseguridad, que ha cambiado aceleradamente los comportamientos de los michoacanos e inclusive los valores en los cuales se sustenta la vida cotidiana y la orientación de las decisiones individuales y colectivas. Mujeres y Hombres michoacanos, hemos aprendido a vivir con la inseguridad como si se tratara de un tema común y corriente y de la vida cotidiana.
En principio, es indispensable e innegable la presencia del miedo, contrario a la seguridad. Un miedo que corresponde al nivel biológico en tanto amenaza de daño básico y cuya respuesta es el ataque, la huída o la búsqueda de protección, sino también, el miedo social, en cuanto que la persistencia de la amenaza, oscurece las perspectivas de solución, generando preocupación derivada de lo que puede pasar y de cómo y cuándo puede terminar.
En este aspecto, es claro que el miedo de las personas, sobre todo de las mujeres, el caminar por la calle, asistir a reuniones y eventos, representan posibilidades de riesgos al tener la suerte de ser asaltados,(as) “levantadas (as)” o violentados (as). El cálculo de las probabilidades no es igual a cero.
Asimismo, el dejar de ciertos eventos, lugares a determinadas horas, evitar salir de noche, reforzar las cerraduras de las casas, estar al pendiente de las noticias y participar en redes de información que comunican los acontecimientos, tiene como consecuencia el establecimiento de un “clima” de incertidumbre que forzosamente modifica las relaciones familiares y sociales.
El ambiente de inseguridad en Michoacás es un “secreto a voces”, involucra a los más diversos personajes y modos de actuar. Frecuentemente puede escucharse la expresión, “increíble, ¿quién podría pensar que se verían con tal magnitud estas olas de violencia en nuestra ciudad?”. En efecto, niños, jóvenes, viejos, mujeres, hombres, amigos, parientes, cualquiera puede estar participando en las estructuras y dinámicas del daño, con el resultado invariable, de que todos han comenzado a dudar y a sentirse inseguiros. Pareciera que el narcotráfico se ha vuelto una cultura de supremacía, de poder, de prestigio, aquí y allá, los niños quieren crecer para parecerse a “esos de las camionetas de lujo, con dinero y con poder”. Y si, que más, si las alternativas de ocupación para el sustento cada vez son menos y esta forma de vivir resulta muy atractiva, que hacer?
Ya no es fácilmente posible, saludar a un desconocido simplemente por atención, conversar en una parada, en las compras, en los centros de trabajo, de manera abierta, expresando lo que se piensa y lo que se siente. “Por precaución”, las formas de interactuar se están modificando y la desconfianza se generaliza. Cada quien en su encierro procura protegerse por la inseguridad de cada momento, dejar de hacer o parecer que no se hace para no llamar la atención.
Esta inseguridad pública y privada, constituye una amenaza ostensible para la integración social, y por el contrario, promueve desintegración y aislamiento entre los individuos y los grupos, entre la sociedad civil y la sociedad política, dejando sólo como denominador común la desesperanza y desaliento de no poder hacer nada más que la la necesidad de protegerse de los peligros reales y potenciales. Los servicios de seguridad pública y privada no se dan abasto con una demanda creciente.
En todo caso, volviendo a los principios sociológicos, conviene recordar que aconsejan encontrar en los propios problemas, los alimentos de su solución. En cada problema, bien comprendido, están las respuestas a su solución.