Morelia, Michoacán.- Con la presentación de la Orquesta Filarmónica de Jalisco y la pianista Daniela Liebman en el Teatro Morelos es como arrancó el Festival de Música de Morelia “Miguel Bernal Jiménez”.
Los primeros en salir fueron los músicos de la Orquesta, ataviados de negro para la ocasión, vestidos y tacones para las mujeres, trajes y zapatos cerrados para los hombres.
La tercera llamada llegó y el publico en silenció quedó, lo único que brilla en ese lugar era las pantallas de aquellos celulares que grababan el momento de arranque.
Los violines comenzaron a dar sus primeras notas y los demás continuaron, asegurándose de estar en perfecta sincronía para ese teatro lleno que se encontraba frente a ellos.
Marco Parisotto apareció y la melodía comenzó a sonar, sus brazos hacían movimientos ligeros, como si se tratara de las piernas de una bailarina de ballet en el escenario, nadie parpadeaba y nadie hablaba, el silencio acompañaba a una perfecta sincronía que mantenía expectante a los morelianos.
El silencio sepulcral lograba un efecto eco en todo el teatro, mismo que se podía interpretar como el fin de todas las voces acalladas, de ese ruido al que se enfrenta el ser humano día a día.
El eco se rompió al salir Daniela Liebman, vestida de rojo rompiendo el esquema de negro que todos llevaban, como si ella fuera la viuda de aquel difunto que había muerto.
Los dedos de aquella pequeña se movían por todo el teclado blanco, como si se trata de un telar, creando una hermosa melodía.
Su rostro demostraba pasión, conectaba con cada tecla presionada como si de ellas dependiera su último aliento de vida, su rostro reflejaba todo ese trabajo que a sus quince años ha alcanzado.
Al final los violines callaron, las trompetas y las flautas dejaron de sonar, aquel piano calló y los aplausos volvieron a romper aquel silencio, los músicos se levantaron de su asiento y casi con la misma sincronía con la que tocaban hicieron su reverencia final.
Marco y Daniela también agradecieron al público y se despidieron de todos los asistentes que aplaudían una y otra vez.