Hace ya más de un mes que se inauguró la temporada de los informes de trabajo de los diferentes órdenes de gobierno locales, y seguimos con la resaca de este suceso. Aún podemos apreciar en las calles principales de la ciudad espectaculares, pantallas inflables, audios promocionales y algunos folletos informativos bajo la puerta de nuestra casa. Todo esto, representa sin duda un gasto importante que sale directamente del erario público, es decir, el dinero de todos nosotros, los que contribuimos con el pago de impuestos a la economía del sector público estatal.
De manera paralela a esta presencia en las calles, los representantes del poder ejecutivo municipal y estatal, el representante del judicial estatal y los ocupantes de las 40 curules legislativas estatales y sus similares federales, de manera grupal, por fracciones parlamentarias (por partidos), y en algunas ocasiones de manera individual, han llevado a cabo eventos de mayor o menor tamaño y costo, para comunicar a la sociedad representada sus logros y avances en su primer año de gestión.
Pero, ¿cómo funcionan estos eventos?, el objetivo final del representante público, ¿si es informar o sólo ganar espacio en el ojo público?, ¿es informar a la sociedad o lucirse con sus líderes y compañeros de partido?, ¿es realmente rendir cuentas o sólo repetir una lista de buenos deseos que desean cumplir dentro de su periodo de gestión?, ¿es buscar el contacto con sus representados para entablar un diálogo o sólo para obtener el aplauso? Creo que cada servidor público tendrá su apreciación del tema.
Sin embargo, para el grueso de la población, ¿cómo se viven estos informes? Y la verdad es que, si estás fuera del primer círculo de contacto de una figura política, ni siquiera eres candidato a asistir a estos eventos, es decir, si no eres militante de hueso colorado de tal o cual partido, si no trabajas en el sector público con un rango de medio a superior, no figurarás en la lista de invitados, aunque seas parte de la sociedad a la que estos titulares del poder sirven. Es cierto que de algunos grupos de la sociedad que se encuentran lejos de este círculo, lo están porque no quieren tener nada que ver con la política, considerarían una actividad no grata asistir a un evento de esta índole. Esto tiene dos implicaciones: la primera, que los ciudadanos que no son convocados y que no asisten, se siguen manteniendo al margen de la vida pública de la localidad de la que son parte; la segunda, que los ciudadanos que sí son convocados y sí asisten, en su mayoría, se presentan a aplaudir y para la foto con quien dicta el informe. Eso sí, el folletito si te llega, aunque sólo sean fotos y frases cortas que nada te transmitan en realidad del trabajo que realizó el personaje público.
No estoy diciendo que los informes realmente sean eventos con mucha sustancia imperdibles para nuestra formación y participación como ciudadanos responsables. Lo que creo, es que en estos ejercicios se refleja la realidad de la interacción representantes públicos- representados, tan lastimada e inexistente en muchas de sus esferas; es el reflejo de las dos realidades que coexisten en nuestro país, en nuestro Estado, la de los políticos en funciones y la de los ciudadanos de a pie.
Y no, asistir a un informe no va a cambiar el rumbo del país, pero de la forma en que participemos en éstos si puede cambiar la relación que sostenemos con nuestros gobernantes. Puede ser el primer paso para que hagamos escuchar nuestra voz y les digamos: ¡qué bien que tengas invitados especiales, que bien que invites a los de tu partido, pero yo también cuento!, decirles: ¡aquí estoy! y me interesa que me digas que hiciste y que dejaste de hacer, que te falta por cumplir, a qué te comprometes en este siguiente periodo.
Nos tenemos que creer que nosotros somos los jefes de nuestros representantes, que podemos, y tenemos la responsabilidad cívica, de más allá de andarlos balconeando y criticando, exigirles que sus informes los necesitamos traducir en algo más que un evento protocolario, que los queremos sentir como ciudadanos en nuestra seguridad, en nuestro patrimonio, en nuestro trabajo, en nuestras vialidades, en la eficiencia en la procuración de justicia, en el acceso a nuestros niños a una educación de calidad, en todas las áreas que son su chamba cubrir y garantizarnos. Ahí los necesitamos, y se los tenemos que hacer saber.
Por cierto, me hubiera encantado escuchar en estos informes, que se aplicó la justicia en el tema del desfalco económico que ha sufrido el estado durante las pasadas administraciones. Ese día aplaudiré de pie (y con suerte, hasta una porra me aviento).
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