Una gran ola de indignación recorre México, eso es indudable. La protesta social no se ha hecho esperar en muchos lugares y por muchos sectores, la razón: el aumento a la gasolina. Aquí la responsabilidad de lo que suceda es de todos, por un lado el gobierno con su obligación de mantener la gobernabilidad y los grupos sociales por mantener una protesta pacífica.
Estoy de acuerdo en la necesidad de los cambios, de las trasformaciones de fondo que modifiquen de una vez por todas las estructuras de este país, creo que es impostergable un gran cambio que le permita a las nuevas generaciones un futuro mejor, pero estoy convencido de la posibilidad de que el cambio pueda darse de una manera ordenada y apegados a criterios de responsabilidad.
Hoy México es un hoguera, así lo percibo, ya que se han acumulado desigualdades centenarias y abusos excesivos que han golpeado directamente a las clases populares. La riqueza acumulada en las manos de unos cuantos es insultante y la pobreza de millones de mexicanos es cada vez más evidente, Somos un país de iguales jurídicamente pero desiguales en la realidad.
No ha llegado la anhelada justicia social o bien común a la mayoría de los habitantes de esta país, pero vemos el desarrollo de grandes fraccionamientos, desarrollos turísticos y monopolios que solo muestran la enormes diferencias existentes.
Por ello, la indignación cunde ante el aumento de los combustibles.
Es la acumulación de injusticias, desigualdades y abusos de que ha sido objeto el pueblo por muchos años. Hoy es el límite. No hay mañana, es hora que se inicie un verdadero movimiento de trasformación o tendremos que sentarnos muchos años para observar las mismas circunstancias.
No creo ni avalo la violencia. Los movimientos sociales organizados con inteligencia y no con la fuerza y la rudeza de las armas me parecen mejor opción; pero un movimiento de esa naturaleza es impensable en las condiciones que vive México.
Es hora que tomemos los ejemplos de movimientos de otras naciones que trastocaron las estructuras de poder y modificaron sustancialmente las condiciones de los pueblos.
Mahatma Ghandi en 1930 encabezo la Marcha de la Sal para protestar por los abusos del imperio británico, fue el inicio de un movimiento pacífico que culminó con la independencia de la India. Ha sido hasta la fecha, un claro ejemplo mundial de protesta inteligente, aun cuando pasaron más de tres lustros para ver el resultado,
Podemos tomar como ejemplo la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia en 1989, que fue un movimiento pacífico que puso fin al partido comunista y derivo en la separación de la Republica Checa y Eslovaca. Ahí se demostró el poder del pueblo organizado.
La llamada primavera árabe es un movimiento reciente que modifico estructuras en varios países, iniciada en Túnez, llego a Egipto y lamentablemente se tergiversó en Siria, donde actualmente se libran batallas que han costado la vida de muchos seres humanos y niños indefensos.
Podemos tomar estos ejemplos para saber lo que queremos en México y hacia donde enfocaremos los vientos de cambio.
Por supuesto, la vía pacífica es la mejor forma para México, Tenemos que enfocar un cambio civilizado que modifique las estructuras políticas, sociales y económicas.
No podemos seguir con la autodenominada clase política, donde los cargos únicamente se heredan entre pocas familias y ya por varias generaciones, Tampoco podemos caer en el populismo que nos ofrecen de manera mesiánica. Debe ser un cambio muy bien enfocado.
La necesidad de refundar el estado mexicano es impostergable. Una nueva constitución es imperativa. Un Estado democrático de derecho es inaplazable.
Un poder ejecutivo acotado al imperio del pueblo y un legislativo ágil desapareciendo los salarios fabulosos, suprimiendo de paso la cámara de senadores.
Un cambio donde se requiere la participación de todos, unos permitiendo las trasformaciones y reconociendo el fin de un ciclo y otros instaurando una verdadera democracia, entendida como un sistema de vida de mejoramiento constante, tal como lo prevé nuestra constitución federal.
No puedo prejuzgar las reformas estructurales que se han promovido, porque aún no sabemos los alcances, lo cierto es que la percepción es que poco han logrado.
Cambiar lo anacrónico, lo que ha demostrado que sirve poco y gasta mucho; hacer de México un país justo con oportunidades para todos debe ser el rumbo de los cambios.
Estamos urgidos de líderes inteligentes que encabecen este gran movimiento, no queremos oportunistas que solo buscan ganar adeptos para encumbrarse en el poder y mantener el mismo estado de cosas.
El panorama que se presenta no debe ser catastrófico, sino al contrario, de oportunidad para iniciar de una vez por todas el movimiento de cambio que genere un nuevo país.
La responsabilidad es de todos. La historia nos juzgará por ser omisos y nos reconocerá por las aportaciones a esta gran trasformación. Lo reitero, aquí se necesita la participación de todos, nadie sobra, lo cierto es que el estado de cosas no debe prevalecer.
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