Si algo dejaron en claro las autodefensas michoacanas es que el Estado está desprovisto de condiciones efectivas para garantizar la seguridad de la mayoría de sus ciudadanos, particularmente en el caso de nuestra entidad. La tragedia continúa y ahora ha sido el primer líder de las autodefensas, Hipólito Mora, quien ha pagado con su vida el desafío que plantearon.
Más allá de los juicios que se puedan hacer sobre Hipólito Mora, que sin duda tuvo desaciertos políticos, como muchos de los integrantes de las autodefensas, no existe justificación para su asesinato y menos aún para la tibia por no decir insultante respuesta del gobierno estatal, casi responsabilizándolo de su propia muerte por rehusarse a quedarse en Morelia.
Esta es la respuesta de un gobierno que da por sentado que no puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos, menos aún de aquellos que viven fuera de la capital. Pero ya sabemos que el ciudadano de a pie cualquier día encuentra la muerte, seguida de la impunidad, en las calles de cualquiera de los núcleos urbanos de este estado.
Con el surgimiento del Estado moderno viene la noción del monopolio de la violencia, lo que implica que nadie más puede ejercerla, esto puede ser sonar agresivo, pero este debe ser un Estado racional que no se guía por pasiones o filias y fobias personales, sino por reglas y leyes, aquella persona que se atreva a romper con ellas deberá ser penalizado.
Gracias a esta idea en términos globales las muertes violentas, aún con las grandes guerras modernas, se han reducido de manera sustancial. Así mismo la mayoría de la población puede dedicarse a sus asuntos sin tener que andar cargando un arma para garantizarse la supervivencia propia y de los suyos.
Desafortunadamente esta lógica se rompió en Michoacán y en muchas otras zonas del país, por tal razón fue que algunas personas optaron por recurrir a las armas y sólo así poder garantizar la seguridad de los suyos, no por gusto.
Desde luego el origen de las armas, el financiamiento de estos grupos, y otros muchos factores despertaron justificadas sospechas, pero en muchos lugares de Michoacán nadie dudó de la legitimidad de las acciones de estos grupos. Sin embargo, al gobierno le fueron muy funcionales tales sospechas para empezar a manipular a estos grupos y utilizarlos o desacreditarlos de acuerdo con sus intereses.
Para la mayoría de los mexicanos cuyo conocimiento de la historia se reduce a la formación básica, esa que llamamos historia de bronce, es muy difícil comprender a estos grupos. La mayoría quería ver en ellos a estos héroes puros que persiguen solamente los fines más nobles. Situación que no resiste un examen minucioso de los hechos y las personalidades.
Lo que es un hecho es que muchos de los integrantes de las autodefensas se enfrentaron al crimen, pusieron sus vidas en ello, algo que no se puede decir de muchos, sino es que de la mayoría de los políticos, que solamente saben defender sus intereses económicos y jamás ponen su vida ni siquiera en ello, menos aún en los intereses del pueblo del que siempre hablan.
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Hay mucho que estudiar y conocer de las autodefensas para poder hacer un juicio efectivo, sobre todo hacer una historia real de este episodio michoacano, y no otra caricatura que sirva a los intereses de quienes detentan el ejercicio del poder.
Ahora vemos al gobernador decir que a Hipólito lo asesinaron por no quedarse en Morelia, incluso con una sonrisa en la boca, tal vez mañana lo veamos haciéndole homenaje, con el cinismo que caracteriza a nuestros políticos de ayer, hoy y ojalá que no de siempre.
Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus