Lo sucedido en Querétaro, este fin de semana, es lamentable. No podemos concebir si quiera la idea de que el gusto o afición, por un equipo de fútbol, sea motivo suficiente para que alguien más nos arrebate la tranquilidad, ponga en peligro nuestra integridad física o en el peor de los casos, nos arranque la vida de tajo, a golpes, así como en los estadios más primitivos de la humanidad. No, no, y no… No se puede concebir que en estos tiempos sucedan tan atroces escenas, sin embargo, tampoco podemos obviar el origen y las motivaciones, mucho menos la hipocresía rampante de quienes hoy nublan su vista a propósito para convertir dicha desgracia en un motín político.
Las redes sociales se han encendido este fin de semana apuntalando un discurso qué, si bien ya es conocido, se reinventa encontrando en las miserias personales una justificación bien trabajada, con indolencia se reproduce y su principal armadura es la hipocresía. Al igual que sucede con el conflicto en Ucrania o con lo acontecido, según un video viralizado, en San José de Gracia, lo que menos le importa a la derecha mexicana es el respeto a los Derechos Humanos. La ausente reflexión de un sector de la población, que replica estos discursos, genera tristeza, pero es todavía más triste que no podamos, como sociedad, entender el papel que jugamos en las agendas internacionales, en las agendas nacionales y, sobre todo, en el momento histórico que vivimos.
No podemos concebir que alguien, así de la nada, nos ataque con una ira desbordada por simpatizar abiertamente con un equipo de fútbol, como también es inconcebible que al calor de la desgracia, señalen al ejecutivo federal como responsable de lo sucedido. Las sociedades de consumo han mostrado, desde el Siglo XIX, una rotunda descomposición en el tema colectivo, con el aceleramiento y la consolidación del capitalismo en todo occidente, el tejido social se ha resquebrajado a niveles nunca antes vistos, y es que sí, el individualismo y el aspiracionismo también matan, en especial cuando la plata antecede a la vida, en especial cuando son órdenes de gobierno.
Vivimos en una sociedad polarizada, sí, es cierto, desde hace más de 200 años que estamos polarizados, y es que, la desigualdad económica es la que polariza, la que nos divide, la que otorga justicia de forma selectiva, la que deja sin educación a muchos, la que fomenta el racismo, la xenofobia y el clasismo, la que nos margina, la que nos orilla a la ilegalidad, la que alimenta el feminicidio, la que presenta como mejor método de superación la corrupción, la que nos alienta a mentir para sacar provecho, la que nos frustra, nos enoja y nos hace ver enemigos en un escudo, la que fomenta el crimen organizado, la violencia. En términos simples, los pobres siempre hemos existido, siempre hemos sido la carne de cañón de los ricos, los cuales, también, siempre han existido y siempre se han beneficiado de esta lógica de vida.
Lo que hoy les duele a muchos ricos, hablando propiamente de los ricos que siempre se sintieron dueños de México, es que quien gobierna no sea su empleado, que se arriesgue con otras formas, que intente redistribuir la riqueza, con todos sus errores y limitantes, de forma más justa, y como era de esperarse, esto también le duele a sus perros serviles, los cuales se lanzan como fieras cada vez que pueden. El panorama parece claro, empero, lo preocupante en todo esto es que un sector de la población se deje llevar por esta clase de razonamientos vulgares y los replique, llegando a acusar al presidente, Andrés Manuel López Obrador, de lo sucedido en el estadio “La Corregidora” el sábado pasado, aludiendo a la “polarización” generada por el mandatario y a su mano blanda en temas de seguridad recordando su famosa frase de “abrazos no balazos”, es preocupante porque, efectivamente, lo único que demuestran esta clase de sucesos es el nivel de análisis y de comprensión que como sociedad se tiene. Más dinero a educación no significa más y mejor educación.
Colgando el traje de expertos en geopolítica, los comentócratas se han puesto el traje de expertos en futbol y “barras bravas”, pero olvidan qué, por más que se disfracen, su piel los delata, basta con que se muestren desnudos para que todos veamos que su piel es color hipócrita.
Para todos aquellos que este fin de semana se dedicaron a publicar y compartir posicionamientos sin ningún rigor periodístico y con argumentos mentirosos, quedan las siguientes interrogantes: si USA bombardea países todo el año, ¿Por qué la FIFA no lo ha suspendido? Si lo sucedido en Querétaro es culpa de AMLO, ¿Qué hicieron los gobiernos panistas del estado y de la capital para evitarlo? ¿Atlas no es un equipo de Jalisco? ¿Jalisco es gobernado por Movimiento Ciudadano en la figura de Alfaro? ¿Qué papel juega en todo esto la FMF? ¿Hay carteles de la droga infiltrados en las barras bravas? ¿Por qué los dueños del Querétaro FC no contrataron al personal suficiente y adecuado para garantizar la seguridad en el estado?
Que se las lleven de tarea, ojalá puedan responderlas antes de volver a opinar, al final, todo se trata de dinero, por eso no les cabe en la cabeza que existan personas distintas, por eso se asustan, por eso utilizan la miseria personal como botín político, por eso con indolencia comparten videos violentos, por eso utilizan la tragedia como golpeteo, por eso opinan de fútbol cuando nunca han pateado un balón en su vida, por eso existen quienes replican, tontamente, este discurso, por eso son hipócritas… Todo se trata de dinero, por eso odio el fútbol moderno