Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
La incertidumbre rodea toda nuestra existencia, aunque le tengamos aversión y procuremos realizar distintas acciones dirigidas a reducirla al mínimo, es algo con lo que tenemos que lidiar en cada momento. Se pueden atacar y reducir algunas incertidumbres, como las económicas, pero es imposible desaparecerlas.
Más allá de las acciones que cada uno pueda poner en marcha para reducir la incertidumbre, siempre vamos a estar rodeados y -en mayor o menor medida- depender de otras personas. Así que también los demás van a influir en la percepción que tenemos de la incertidumbre, en algunas condiciones estas personas podrían ser un factor que la incremente o reduzca.
Por ello es común que encontremos fascinante el escuchar o recibir información de quien nos parece sabe de lo que dice y por tanto enfrenta una menor incertidumbre, así que, si seguimos sus consejos, será muy probable que nosotros también reduzcamos nuestra incertidumbre.
La capacidad de seducción de los líderes o de los influencers -más ad hoc con la jerga actual- se encuentra en esa seguridad que nos muestra alguien que sabe de lo que habla, aunque haya pocas pruebas de que así sea. En general la seguridad nos atrae, mientras que repelemos los titubeos.
Pero no todas las personas que nos hablan con seguridad están efectivamente en lo cierto, o tienen tal grado de racionalidad que nos pueda garantizar que lo que dicen es infalible. Algunos de hecho se equivocan repetidamente y, aun así, siguen siendo seductores para la mayoría de su público.
No es que nos dejemos seducir por cualquiera que venga a hablarnos con seguridad; pero, si se cumplen ciertos elementos que son compatibles con nuestras ideas, valores, ética, estética, etc. con las que nos identifiquemos, será más probable que esa persona nos influya.
Un sacerdote, por más carismático que sea, no podrá influir mucho a un ateo intransigente; sin embargo, el mismo personaje encontrará en un grupo de católicos un público muy maleable al que influir. En cierta medida los líderes pueden tener una influencia importante, pero somos nosotros quienes decidimos por quiénes nos vamos a dejar influir.
Un claro ejemplo de ello lo podemos encontrar en la política. Si pudiéramos hacer un juicio efectivo de los logros de cada político-administrador seguramente encontraríamos muy pocas variaciones. Es nuestra afinidad o repulsión por determinados personajes lo que nos hace concederles las más elevadas virtudes o los más terribles vicios.
Hoy que el mundo se debate en una situación de cruel incertidumbre, como sucede cada determinado tiempo, no nos queda más que buscar confort en quien creemos que nos habla con verdad y razón, ya sea el presidente o en sus más duros críticos; ya sea en los médicos o científicos más renombrados, o en la tradición, por medio de la religión o hasta la magia.
En ese espectro de posibilidades nos vemos prácticamente todos los seres humanos, confiando un tanto en la ciencia y un poco en la suerte, un tanto en la religión y un poco en las “voces expertas”, un poco en el gobierno y mucho en el rumor, o cómo le sea más atractivo a cada persona.
En ese mismo espectro encontramos a diferentes líderes o influencers que tienen impacto sobre unos u otros. En otra época el Estado monopolizaba buena parte de esa influencia, hoy se encuentra muy fragmentada. La pluralidad es positiva, sin embargo, en situaciones de tanta incertidumbre puede ser riesgoso.
Tal vez para muchos la opinión de un cantante sobre el Covid-19 sea absurda y para nada digna de atención. Desafortunadamente para muchos otros no es así, y tal vez encuentren en su discurso -por incoherente que sea- las palabras que buscaban para comenzar o seguir actuando de una manera o de otra.
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