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Descubre cómo el hacking ético empresarial se convierte en una estrategia clave para reforzar la ciberseguridad

El hacking ético ha emergido como una práctica legal y fundamental en el ámbito de la ciberseguridad. A diferencia de los ciberdelincuentes, los especialistas en hacking ético, o ‘pentesters’, aplican métodos autorizados para identificar y remediar vulnerabilidades en sistemas, redes y aplicaciones, incrementando la seguridad de compañías de diversos tamaños. Esta táctica preventiva es crucial para que las organizaciones identifiquen y corrijan defectos de seguridad antes de que sean explotados maliciosamente.

Israel Gutiérrez, Country Manager de A3Sec, expresó:

“Estas prácticas de ciberseguridad, realizadas por expertos y de forma continua, permiten a las organizaciones conocer sus puntos débiles desde una perspectiva externa, lo que les proporciona una visión clara de las posibles brechas de seguridad.”

Hacking ético empresarial en el entorno corporativo

El proceso de hacking ético en las empresas incluye varias etapas críticas. Inicia con el reconocimiento, donde se recolecta información crucial como contraseñas y datos de acceso de empleados. Luego, el escaneo se efectúa con herramientas avanzadas para detectar elementos como direcciones IP y credenciales.

La fase siguiente implica explotar las vulnerabilidades halladas para acceder a datos e información sensible. Los pentesters, una vez dentro del sistema, pueden utilizar estrategias como troyanos y puertas traseras para mantener el acceso. Finalmente, eliminan vestigios del ataque simulado y elaboran un informe detallado sobre las fallas de seguridad, evaluando su impacto y sugiriendo medidas para su mitigación.

Beneficios y desafíos

Entre los beneficios del hacking ético se cuenta la detección proactiva de vulnerabilidades, que permite a las empresas anticiparse a fallos de seguridad, explica el especialista. Además, ayuda a cumplir con normativas al asegurar que las compañías sigan estándares y regulaciones de seguridad, y promueve la mejora continua de los sistemas de seguridad, aumentando la confianza de los clientes al demostrar un compromiso firme con la protección de datos.

Sin embargo, esta práctica también enfrenta desafíos. Su implementación puede ser compleja sin un objetivo claro, especialmente en PYMES. Además, los pentesters solo pueden evaluar un conjunto limitado de sistemas y aplicaciones, y la efectividad de las pruebas depende de la competencia del profesional a cargo. Si se gestiona incorrectamente, el proceso puede dejar áreas sin cubrir que podrían ser aprovechadas por atacantes maliciosos.

A pesar de estos retos, el hacking ético es esencial para la protección empresarial, previniendo incidentes como la inutilización de equipos, el espionaje corporativo y la filtración de datos sensibles. También ofrece soluciones efectivas para fortalecer los protocolos de seguridad corporativos.

Según Israel Gutiérrez, “esta práctica de ciberseguridad se vuelve una inversión para el negocio, ya que apoya fuertemente la seguridad y la continuidad del negocio que ninguna empresa puede permitirse ignorar”. En este contexto, la inversión en ciberseguridad es lógica y fomenta un interés natural en las empresas por mantenerse seguras y operativas.