Escrito por: Javier Lozano
A mitad de año el presidente decidió adelantar el proceso de sucesión presidencial de cara a la elección del 2024.
Expuso varios nombres en respuesta a las preguntas de los reporteros; esbozó a algunos de los que ya figuran en los estudios de opinión. A otros, quizá, evitó comentarlos a sabiendas de que están allí; conforme a su capacidad y su poder político serán, sin lugar a dudas, aspirantes naturales.
Qué no quede duda de ello. En aras de que llegue el instante, o lo que ha generado más bien un destape anticipado, juegan ya en el tablero político por su reconocimiento y trayectoria.
Dada las condiciones la atención se ha centrado en la figura de Ricardo Monreal. Él, como otros, no fueron mencionados en conferencia mañanera; sin embargo, no fue necesario porque los hechos y la trayectoria del coordinador de los Senadores de Morena es, desde hace 25 años, un sinónimo de lucha y resistencia ante las adversidades.
En tal sentido, Ricardo Monreal no se inmuta y, sin prejuicios, tiene claro que hay una desventaja para la diputada de la candidatura de Morena.
Se entiende perfectamente el juego político de Palacio Nacional; desde esa perspectiva trasciende un claro sesgo a favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum quien, a todas luces, recibe la venía o, más bien dicho, la operación política para posicionarla como abanderada de Morena en 2024.
Con esa estrategia, sumada a los mecanismos de apoyo desde Palacio Nacional, se ha ido tejiendo un marketing publicitario cada vez más notorio a favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México a fin de convencer tanto a la militancia de Morena, como a sus simpatizantes.
Además de ello, el presidente la promueve desde varias tribunas. El mejor ejemplo fue, hace poco, la operación para recuperar el territorio perdido en las alcaldías.
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No sólo fue un golpe contundente al presidente, sino mostró la ineficiencia o tal vez el exceso de confianza a sabiendas de que, ese espacio político, casi siempre ha sido un bastión de la izquierda.
Se puede decir que, con esa premisa, el presidente tiene un prospecto que no sólo elogia, sino que ha recibido una excesiva muestra de respaldo para penetrar en la simpatía de militantes y simpatizantes de Morena.
Eso fue, hasta cierto punto, un grave error en la promoción de una sucesión presidencial adelantada. Aun cuando faltan más de dos años, se precipitó haciendo de ello, una guerra interna sin cuartel.
En primera, los equipos en la actualidad aprovechan la situación para manifestar sus intereses hacia algún contendiente. Asimismo, hay un comportamiento mezquino de grupos radicales que, a toda costa, buscan inclinar la balanza con estrategias de comunicación donde promueven la polarización y, peor aún, acusan a rajatabla a fin de crear una atmósfera contaminada de comentarios negativos.
Por desgracia, lo hacen a través de personajes de la política que se prestan para promover la hostilidad y guerra sucia para favorecer la intención presidencial de otras figuras.
A pesar de ello, no ha logrado, hasta ahora, generar condiciones negativas, sin embargo, eso no significa que no suceda a posteriori. Hay un riesgo latente de fracturas internas; se percibe un clima de hostilidad en la divulgación mediática de las redes sociales, incluso, de medios de comunicación que colaboran con la Cuarta Transformación.
Con una campaña así, resulta difícil encarar un proceso democrático no sólo para su organización, sino para garantizar un equilibrio. Pero quizá lo más grave del asunto tanto en la vulnerabilidad de los principios de Morena como en los grupos internos es, desde hace tiempo, una realidad innegable para impulsar un proyecto político.
Los grupos radicales contribuyen con la guerra sucia; cada vez hay más desconfianza por un método desgastado que, en un plano democrático, no ha tenido justicia para muchos actores que, merecidamente, se ganaron un lugar en la contienda.
En Michoacán recordamos el caso de Cristóbal Arias Solís. Ganó 42 encuestas, por cierto, de mucha trayectoria y confianza; sin embargo, se vio desfavorecido por una determinación unilateral de Mario Delgado.
Por esas razones, Morena ha perdido la esencia democrática, al menos, en los metidos de elección a puestos de participación popular.
Todo eso ha girado en torno a un mecanismo ambiguo; el saldo negativo no ha podido superar, al menos, una mínima dosis de credibilidad.
En consecuencia, varios actores políticos se han visto forzados a destapar su intención; tomaron en sus manos un camino al disponer de una postura donde se privilegia el diálogo y el consenso. Pasó en el caso de Ricardo Monreal.
Él, en especial, sufre un severo choque sucio patrocinado por los grupos radicales de Morena. Así, Ricardo Monreal trata de estar al margen, pero advierte, con toda claridad, que eso puede desatar una guerra sin cuartel.
De hecho, eso lo hemos venido abordando en nuestros espacios de opinión. Si Morena insiste o más bien solapa esas prácticas, entonces sí, se abrirá un boquete profundo que puede poner en riesgo un triunfo cantado en 2024.
En virtud de eso, Mario Delgado tiene que llamar a la unidad y la prudencia; la expresión no puede darse el lujo más allá de la popularidad que goza gracias a la imagen del presidente López Obrador, a perder liderazgos de gran capacidad de convocatoria.
Eso sería un grave error con costos políticos muy altos.
Asimismo, quienes aspiran a participar en la elección deben de tomar el ejemplo de Ricardo Monreal para serenar los ánimos. De este modo, Morena lograría llegar más resistente a la cita; empero, sí insiste en minimizar los hechos, puede perder terreno aun cuando el panorama luzca sólido.
Justamente eso es, urgentemente, una estrategia que deben priorizar antes de que reine la incertidumbre o sufran un revés catastrófico de perder la elección presidencial del 2024.