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Comienza el 2018 con la cuesta de enero que se ve marcada por aumentos en la canasta básica, que todos sufren pero que ni el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), ni la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), ni el Banco de México (BANXICO), ni nadie, los ven como un riesgo para la estabilidad macroeconómica del país. Sin embargo, en el ciudadano de a pie, en la ama de casa o en el jornalero, se traducen en efectos catastróficos para la subsistencia popular, para asegurar un tejido social mínimo indispensable y una crisis que afecta la estabilidad microeconómica de las familias mexicanas.

En estos dos mundos, con dos lenguajes distintos, que ven el panorama económico como un vaso medio lleno, para los beneficiados por el modelo económico vigente, y aquellos que lo ven como un vaso ya casi vacío, carentes de oportunidades, los olvidados del imperante modelo exportador (porque exportamos todo lo que se puede, hasta nuestros compatriotas que se van de braseros en búsqueda de las opciones que aquí no les hemos podido ofrecer), las próximas elecciones dejan algo muy en claro, que gane quien gane, no va a ganar con una extensa mayoría y lejos, pero lejos está la posibilidad remota de una elección de Estado.

Como ferviente defensor de la democracia, concibiéndola como la forma de gobierno menos mala que existe y que su esencia radica en el gobierno del, para y por el pueblo, me queda claro que no hay que hacer eco de los comentarios o visiones catastróficas que defienden la posibilidad de fraudes, elecciones amarradas, como si estuviéramos en el México de los 70s. Es como si aceptáramos que no hemos avanzado democráticamente en nada y que otra vez nos van a imponer un presidente, como tradicional y litúrgicamente se venía haciendo con los gobiernos priistas. Es como si no reconociéramos que hay gobiernos de partidos de oposición en ayuntamientos y gobiernos estatales (aunque ya sean gobierno en muchos casos, se les dice de oposición porque no representan al partido hegemónico de Estado: PRI) o que ya hemos tenido alternancia en el poder a nivel federal. Sin contar con la cantidad de diputados y senadores de oposición en el Congreso de la Unión o de diputados locales en los Congresos locales y de asientos en los Cabildos municipales.

La ola democrática que comenzó en los 80s con el avance de los gobiernos panistas o la conformación del Frente Cardenista que unió a todas las izquierdas, no se va a detener con nada. Con ello, preciso que el avance democrático nos ha dado instituciones como el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) que desde una perspectiva ciudadana y con Consejeros o Comisionados independientes al ejecutivo federal, con autonomía constitucional y con una cada vez mayor tiempo de vida, nos permiten cuestionar el origen de los recursos de una campaña electoral, que nos dan confianza en la imparcialidad de las autoridades responsables de la logística y procesos electorales y que se constituyen en frenos de los intereses particulares o partidistas en contra de principios mayores, del orden nacional, como la legalidad, la transparencia, la imparcialidad y la equidad, por mencionar algunos.

La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) son instituciones que contribuyen a que nuestra democracia sea sólida y se cuente con los instrumentos para perseguir y castigar los delitos electorales o se soluciones los conflictos electorales en los tribunales y no con amenazas, golpes, armas o tomando calles y desestabilizando política, social y económicamente al país. Se ha avanzado mucho en la conformación y consolidación de nuestras instituciones para que haya voces que alienten a la confrontación.

Ante esta situación, las campañas deben de centrarse en las propuestas, los proyectos, las ideas y sumar esfuerzos para un mejor proyecto de país. Los datos numéricos muestran un escenario de tercias, pokar y corrida (como se dijera en la cartas), al tener tanto tirador a la Presidencia de la República, la fragmentación ya no da tercios, sino que los porcentajes estimados de votos se reducen cada vez más. En este sentido, si alguien gana no va a ser, como están las condiciones al día de hoy, con una mayoría abrumadora. Por lo que, quien gane no tendrá seguramente ni la mayoría en la Cámara de Diputados, ni la mayoría en el Senado, ni la mayoría de gobiernos estatales afines al partido triunfante, lo que le implicará forzosamente negociar mañana con los enemigos o adversarios de hoy. Y si me permiten utilizar la expresión de un gobierno de minorías (por los muéganos que todos los partidos traen en sus respectivas alianzas o coaliciones), nos lleva a pensar en un escenario nada alentador para atender los grandes problemas y retos que tenemos como Nación. Pero todo puede pasar y nada está escrito aún, las campañas inician formalmente el 01 de abril o menos.

Ernesto Navarro.

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