El pasado 5 de noviembre fue perpetuada una nueva masacre en Estados Unidos, en una iglesia en Texas, realizada nuevamente por un ciudadano estadounidense sin una aparente razón lógica. En este trágico incidente fallecieron 26 personas y durante un par de días acaparó la escena nacional en EUA.
Sin embargo nuevamente la gente de ese país parece estar tratando de darle la espalda a este terrible acontecimiento que ya se ha suscitado reiteradas veces en los pasados 30 años. Entiendo este acontecimiento como la matanza de personas perpetuada por algún ciudadano con algún tipo de problemas sociales o mentales que logra tener acceso fácil a armas de asalto en territorio estadounidense.
Esta clase de conductas se ha visto tanto en las últimas décadas que incluso ya hasta forma parte de un estigma que se tiene mundialmente de los EUA. Pero si esto es tan común en un país supuestamente “avanzado” institucionalmente hablando, ¿por qué aún no ha habido una solución a este terrible problema de masacres realizadas por personas con acceso fácil a las armas?
La respuesta puede resumirse en dos palabras, intereses económicos. Y es que realmente son los intereses económicos de las empresas fabricantes de armas los que contribuyen a evitar una solución efectiva a este problema.
Ello tiene su explicación en el hecho que como estás compañías contribuyen al financiamiento de los dos partidos del sistema político estadounidense, entonces prácticamente sus intereses, respecto a la comercialización de armas, se vuelven intocables. En cualquier país democrático, especialmente en uno de esquema republicano, ante un problema de este estilo se procedería a legislar alguna disposición que regulara estrictamente la venta y producción de armas en territorio nacional para que solo gente en circunstancias muy selectas y especificas pueda poseer solo cierto tipo de armas, que difícilmente se prestarían a generar masacres como las de EUA.
No obstante esto no sucede debido a que todo el financiamiento de los políticos en EUA proviene del sector privado, es decir los “donantes” más importantes de la mayoría de los legisladores son empresarios que velan primero por sus interés económicos antes que por el bienestar común, entonces cada vez que se presenta alguna iniciativa que pretenda regular la circulación de armas, estos grandes empresarios presionan a los legisladores que financiaron, o que posiblemente financiaran, para que la iniciativa sea bloqueada.
Al final realmente los presidentes de EUA solo pueden quedarse quietos y mandar condolencias a las familias de las víctimas, ya que ellos dependen del congreso para cambiar esa parte de la ley y mientras se permita el financiamiento por parte de las grandes empresas a las campañas políticas esto no ocurrirá.
Puede verse entonces como de manera mezquina los grandes empresarios armamentistas en EUA generan inversiones políticas que al final terminan por derramar la sangre de su propio pueblo sin que ello realmente les preocupe.
Sin embargo este hecho lamentable recientemente ocurrido en EUA debe ayudar no solo a los propios estadounidenses sino también al resto del mundo a entender mejor las consecuencias de dejar en manos de privados el financiamiento de campañas políticas.
Ya que como se ha descrito, al final de cuentas las personas con mayor capital, que usualmente son las grandes empresas, actúan no como donantes que creen en la causa del político al que “apoyan” sino que realmente actúan como accionistas políticos con el propósito de evitar que sus intereses económicos sean afectados, aun si eso conlleva al posible perjuicio del resto de la comunidad. Esto a su vez degenera el carácter democrático del sistema político y lo convierte en una plutocracia, es decir un lugar donde no manda la voluntad del pueblo o las mayorías sino la voluntad de las personas que tienen más dinero.