Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
A pesar de que el 2022 representó lo más cercano al regreso a la cotidianidad después de dos años bastante complicados a causa de la pandemia, también marcó el inicio del un conflicto abierto entre Rusia y Ucrania, con la OTAN del lado de esta última. Lo que ha agravado la ya de por sí precaria situación de la economía global.
Como consecuencia del conflicto los precios de muchos bienes básicos se han disparado, en buena medida por las sanciones aplicadas a Rusia y que esta es la principal proveedora de gas para Europa, mientras que Ucrania es una de las más importantes productoras de granos a nivel global. Y cuando el trigo escasea, el maíz se aprecia.
Es poco probable que esta situación se modifique en el corto plazo, por el contrario, las tensiones entre Estados Unidos y Rusia han ido escalando. Pero si la guerra es la extensión de la política por otros medios, también significa la agudización de los problemas económicos de nuestra época.
Parte de las contradicciones económicas que hoy provocan crisis tras crisis tienen su raíz en la preponderancia que tiene Estados Unidos como potencia económica, que no se corresponde con sus verdaderas condiciones productivas. Su dependencia de las economías más dinámicas como la de China dan cuenta de lo delicado de la economía estadounidense y su periferia.
Desde luego, dentro de esa periferia se encuentra México, y que como ya todo connacional sabe, cuando al vecino del norte le da gripa, acá toca neumonía. Así que los embates que sufra la economía estadounidense, aquí se dejarán sentir con la misma o mayor intensidad.
Ingresa a: 2023 y el conflicto que aumentará
La fortaleza que tenga la economía para enfrentar estas crisis dependerá de la reconstrucción de su estructura productiva, esa que se generó en la época de la sustitución de importaciones y que las políticas neoliberales se aferraron en destruir. Es poco probable que lo que se destruyó por cerca de 40 años se recupere en una o dos décadas, pero los esfuerzos tendrán beneficios.
Sea cual sea el resultado de las actuales políticas económicas, que al menos en el discurso se presentan como contrarias a las neoliberales, la dependencia de la economía al resto del mundo ya es inevitable. Estamos más conectados que nunca, con las ventajas y desventajas que ello implica, en las desventajas tan sólo hay que ver lo negativo que es depender del gas ruso, por ejemplo.
Desafortunadamente la utopía del libre mercado entra en directa contradicción con las relaciones geopolíticas que caracterizan al mundo capitalista, tan solo hay que tomar en consideración que la guerra es un gran negocio.
Pero como cada cierre de ciclo vale la pena apelar a la esperanza, pero no a esa esperanza ingenua que se presenta en los comerciales y espectaculares, sino a la que se construye colectivamente. Al menos vale la pena esperar que este año pueda ser mejor que el anterior, tras una traumática pandemia y las amenazas a la paz, es lo menos que podemos desear. Y sin el afán de convertir este espacio en un ingenuo panfleto navideño, quiero aprovechar para desear que el 2023 sea un mejor año para todos y todas, y que sea el arranque para la construcción de un mundo mejor y más justo, algo que no va a pasar por arte de magia, pero tampoco hay razones para creer que es imposible. Feliz año y gracias por su lectura.
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