Aparentar que los regímenes autoritarios no son muy distintos de aquellos emanados de la democracia es una estrategia que se está volviendo recurrente, tanto se puede ver entre los seguidores de Donald Trump con respecto a Vladimir Putin, o para un caso más cercano, la propaganda de un afamado youtuber mexicano en favor de Nayib Bukele.
De acuerdo con la analista conservadora Anne Applebau, hay una clara tendencia de atentar contra la democracia por parte de movimientos extremistas tanto de izquierda como de derecha, y uno de sus principales instrumentos de propaganda radica en promover la idea de que no hay grandes diferencias entre las democracias y el autoritarismo.
Claros ejemplos de esto se han presentado en los medios internacionales, por una parte, el ex presentador de Fox News y fiel seguidor de Donald Trump acudió a Rusia para hacerle una entrevista a modo a Putin. Además de la entrevista, el seudo periodista aprovechó para visitar un supermercado y asegurar que sus precios son mejores que los de Estados Unidos.
Por su parte, el célebre youtuber Luisito Comunica no tuvo muchos escrúpulos en hacer lo propio. Tras hacerle una entrevista a modo a Bukele, acordó una visita a la cárcel en la que, sin proceso previo y en donde los derechos humanos de los presos son violados de manera consuetudinaria, asegurando que las condiciones no son tan malas.
Este tipo de propaganda disfrazada de labor informativa está destinada a modificar la opinión pública en distintos lugares, haciendo ver a dirigentes autoritarios como tipos simpáticos olvidando que prácticamente retienen el poder a costa de violar leyes o de plano deshacerse de sus opositores.
Se puede cuestionar la efectividad de la democracia, más aún en un mundo tan desigual como el que el capitalismo, concretamente en su faceta neoliberal, ha terminado por construir. Pero de ello a promover figuras cuyo proyecto político es en esencia mantenerse ellos mismos en el poder, hay una gran distancia, y de hecho implica un grave retroceso.
En un mundo complejo, las soluciones solo pueden ser igual de complejas, pero lamentablemente como público preferimos las fórmulas simples.
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Y ante las crisis es fácil considerar que la solución autoritaria es la más efectiva, como podría bien ser el caso de El Salvador, tras casi medio siglo de violencia y descomposición social, que provocó finalmente el auge de las pandillas, que a la sazón fueron una atractiva fuente de morbo en los noticieros de distintos lugares, México incluido.
Generar miedo entre el público no sólo es una muy buena forma de mantener el rating de los noticiarios, también acaba por generar la idea de que ante una gran inseguridad bien valdría la pena arriesgar la libertad, entregándosela a un personaje fuerte y decidido, sin importar que en el largo plazo las condiciones que generaron la inseguridad acaben por agravarse.
Pensar que una sola persona puede resolver los problemas de una nación, sin tomar en cuenta a la mayoría de su población, o sino por lo menos a una gran parte de ella, carece de sentido.
Pero cuando hemos pasado una vida expuestos a este mito es fácil fantasear con la idea de que un líder -preferentemente autoritario- será capaz de resolver lo que en conjunto no hemos logrado.