En Morelia, ruta de senderismo para observar ajolotes; aquí, en Contramuro, te decimos dónde se encuentra
Morelia, Michoacán.- Los ajolotes o achoques michoacanos, de nombre científico Ambystoma Ordinarium, son anfibios que podemos encontrar dentro de un arroyo localizado al sureste del municipio de Morelia.
Una característica extraordinaria, pero que los hace vulnerables, es que pueden vivir tanto en el agua como en la tierra, porque respiran a través de su piel húmeda -respiración cutánea-, estando permanentemente expuestos a absorber sustancias químicas que les causan daño e, inclusive, la muerte. En consecuencia, no debemos tocarlos, pues nuestras manos tienen residuos que resultan dañinos para ellos.
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De cuatro patas y cola extensa –como las lagartijas-, tienen branquias alargadas atrás de la cabeza que parecen penachos. Durante la juventud, el rostro y costados de estos seres lucen puntos amarillos que posibilitan verlos fácilmente.
Aunque nocturnos, son visibles también durante el día. Quietos en el fondo, puede camuflarse gracias a su color marrón, claro u oscuro. Se caracterizan por ser tranquilos y pasivos, aunque suelen desplazarse rápidamente cuando detectan amenazas.
En el municipio de Morelia, habitan el arroyo Palos Prietos. Hacia este afluente, existe una ruta de senderismo, de duración de aproximadamente dos horas de recorrido circular a lo largo de casi siete kilómetros, con desnivel de bajada y subida de 250 metros.
La travesía para admirarlos comienza en la localidad El Laurelito, partiendo de la escuela del pueblo por un camino de terracería, para después adentrarse en el espeso bosque de pinos y encinos en ascenso hacia la cresta, donde se ubica el Centro de Educación Ambiental El Laurelito (CEAL) y unas cabañas de aspecto bucólico.
Luego del primer kilómetro, existe una bifurcación, cuyos trayectos convergen 500 metros después, pero presentan distintos grados de dificultad: el de la izquierda discurre sobre una pendiente más pronunciada, por lo que el de la derecha, aunque con más vueltas, requiere menor esfuerzo físico.
En la parte trasera de las mencionadas cabañas, inicia el descenso por la ladera sur. Ahí hay dos alternativas de tránsito: desde el punto más extremo de la cima, mediante una senda que desaparece paulatinamente en la bajada, por lo que es necesario guiarse con el pequeño barranco, hasta topar con el arroyo Palos Prietos. O, sin atravesar el monte, en las rústicas construcciones empieza una vía habilitada con barandilla que facilita el bajar hasta el cauce.
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En cualquier caso, ya en el fondo del valle, al caminar hacia el norte siguiendo la dirección del afluente, es posible llegar a la zona más apropiada para la observación de los achoques michoacanos. Camina sigilosamente en la orilla, sólo con el fin de observarlos, sin intentar tocarlos y, con ello, perturbarlos.
Para el regreso, las vertientes frondosas de la llanura desembocan en un claro con una pradera. De nuevo dos opciones se presentan, ambas con dirección a la conclusión de la experiencia, en donde fue el punto de partida: la izquierda, de cobertura boscosa, y la derecha, paralela al riachuelo, en una zona agrícola que, por medio de la ladera, termina detrás del plantel educativo ya conocido.
Información tomada de la publicación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) “Senderos, paisaje y patrimonio del sureste de Morelia. Libro excursionista”, coordinado por Iván Franch Pardo y Maxime Dossin.