Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Todos nos sentimos capacitados para hablar de política, pero los políticos procuran hacernos creer que en realidad es más compleja de lo que parece. A dichos profesionales de la política esto les ayuda a generar la idea de que su oficio es muy especializado y sus elevados sueldos son meritorios con respecto a tal complejidad.
A diferencia de la economía y otras disciplinas abocadas a explicar y tratar los problemas sociales, la política es algo para lo que la mayoría suele sentirse capacitada para hablar, criticar y prácticamente asegurar que podría hacerlo mejor que cualquier personal que se dedique a ella de manera profesional, pero esta idea no suele corresponderse con la acción.
Desde luego la política tiene su grado de complejidad, y muchas veces factores tan difíciles de medir, explicar, y sobre todo de controlar -como el carisma-, llegan a tener un peso determinante en una pugna por el ejercicio del poder.
Pero así como estos factores son inexplicables e incontrolables para la mayoría, también lo son para quienes se dedican a la política.
El pretender que esta es una actividad sólo para aquellos que hacen de la política una forma de vida, ayuda bastante a excluir a la mayoría, para que así estemos de acuerdo en que ellos son las personas adecuadas a las que debemos delegarles un sinnúmero de decisiones, para algunas de las cuales pueden en realidad no estar bien capacitados.
Con ello, no es mi intención caer en la postura de muchos académicos de creer que el problema de la política y los políticos radica en que ellos no están capacitados para gobernar, a diferencia de quien se dedica a la “ciencia”.
Esa postura es igual de ramplona que la que piensa que la política es sólo para los políticos, solo que ahora pensada para decir que el gobierno debería estar solamente en manos de los estudiosos. La realidad es que la política debe ser para todos y todas, jamás para una élite, sea de cual sea su procedencia.
Se entiende que, ante todas las ocupaciones, dedicar una parte importante de nuestro tiempo a los temas de la política puede parecer abrumador, por ello delegamos esos temas a quienes tienen ansias por dedicarse a ello (no siempre por servir); pero debemos evitar a toda costa entregarles todo el ejercicio del poder, o acabaremos pagando un alto costo.
Como en cualquier democracia, los políticos mexicanos requieren de la vigilancia ciudadana para así poder estar seguros de que su actuar sea el más adecuado. Pero hacernos creer el cuento de que su labor es demasiado rebuscada para que la mayoría podamos comprender sus acciones, es sólo una treta que busca limitar aún más el poder ciudadano.
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Hoy, como en el pasado, existen múltiples situaciones que vuelven incomprensible el acontecer de la política, local, nacional o global; pero ello responde más a los intereses de grupos que evitan la publicidad a toda costa, no porque sucedan en la política fenómenos que simplemente escapen a las capacidades de la mayoría.
Discutir la política, con todas las deficiencias o todo el conocimiento con el que contemos, debe ser una obligación ciudadana, y si esta llega a vulgarizarse, seguramente es porque en los espacios más elevados del poder, ya se ha vulgarizado desde hace tiempo. Hablemos de política sin temores.