Por: José Salvador Sánchez Gutiérrez
La educación como derecho humano y servicio público en México, es un tema que a lo largo del tiempo ha sido muy controversial, pues constantemente, el artículo 3° constitucional; sufre reformas estructurales, “siempre a favor” de una educación “gratuita, laica y de calidad”.
Imposible olvidar aquellos tiempos en los que el rol de docente a nivel social era respetado y valorado, se reconocía a la labor docente como un pilar en pro de los cambios ideológicos individuales y sociales. En épocas actuales lamentablemente todo ha cambiado.
No solo es hablar de la desvaloración a la profesión por parte de algunos alumnos y padres de familia, es importante mencionar como desde las estructuras jerárquicas más altas del país, se desalienta el gusto y la preferencia por la profesionalización dentro del ámbito educativo.
En la actualidad, el proceso de admisión y selección para todos aquellos docentes que desean posicionarse dentro de la SEP, es bastante complejo. No basta solo con una preparación académica a nivel licenciatura o posgrado, también se exige una constante actualización docente; situación que es necesaria. Lo cuestionable en lo anterior es el modelo de negocio que ha surgido con el requerimiento de estas actualizaciones, pues son pocas las escuelas en las cuales se puede “certificar” una continua preparación a cambio de una pequeña “cuota de recuperación”.
Es importante tomar en cuenta que la oferta educativa en México ha crecido, pues a lo largo del tiempo diversos grupos sociales con un gran poder económico, han desprestigiado la educación pública del país, esto; a través de mensajes “ocultos” en películas, campañas publicitarias y todo tipo de estrategias de difusión.
¿Por qué desprestigiar la educación publica del país?
Claramente están marcados los intereses económicos de estos grupos, ya que
tienen sus propios “centros educativos”, que se encargan de configurar sujetos
según los intereses de las empresas.
La labor docente dentro de instituciones de carácter privado, aún se desprestigia más; todo se encuentra estructurado cual empresa que fabrica productos a gran escala, donde claramente el que paga manda, no se permite una libertad de cátedra y el prestigio institucional es de suma importancia, ya que buenas referencias es igual a mayor matrícula y mayor matrícula representa un mayor ingreso a los bolsillos, sin importar si dentro de las aulas se están respetando los derechos laborales de los docentes y sin garantizar una acción educativa critica y reflexiva en el alumnado.
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Una educación de “calidad” no responde únicamente a tener una buena estética en las instalaciones y contar con vanguardia tecnológica, discurso claramente aprovechado por el sector educativo particular, pues ofrecer la mayor cantidad de comodidades sin exigir el mínimo esfuerzo a los alumnos y promoviendo estudiantes con “excelentes” calificaciones es lo que les ha dado frutos al transcurrir de los años.