Por: Enrique Rivera Hernández.
La figura, así como la aportación histórica en México de Francisco I. Madero es innegable, la aportación a buscar la democratización del país es quizá su legado.
Madero buscaba fortalecer la lucha mexicana desde la base social, a tal grado que exponía en su Manifiesto a la Nación firmado el 26 de mayo de 1911 en ciudad Juárez, “En lo sucesivo la justicia será igual lo mismo para el rico que para el pobre, para el poderoso o para el humilde; la libertad cobijará en sus anchos pliegues a todos los mexicanos para que, unidos fraternalmente trabajemos por el engrandecimiento de la patria.”.
Sin embargo, al “triunfar” la revolución mexicana poco a poco los acuerdos con la base popular del movimiento y la base revolucionaria, no fueron del todo cumplidos.
Generando quizá errores al trascurrir los días, un primer error fue el gravoso desarme de la base revolucionaria, permaneciendo el ejército federal armado y los revolucionarios no, es decir, los revolucionarios desarmados y los porfiristas armados, aún a pesar del “triunfo” popular, poniendo en riesgo la vida misma de los revolucionarios y del propio Madero.
Esto, asociado a la persecución que madero permitió en contra de los Villistas y los Zapatistas.
El descontento se fue incrementando a tal que grado que, en el Plan de Ayala, firmado el 28 de noviembre de 1911, los Zapatista exponen en el apartado 1° “persiguiendo ó matando a los elementos revolucionarios que le ayudaron a que ocupara el alto puesto de Presidente de la Republica por medio de sus falsas promesas”.
Así como, “declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la fé del pueblo”.
Como si esto fuera poco, Francisco I. Madero integro la mayoría de su gabinete por Porfiristas “arrepentidos”.
Así como, dejando completamente iguales tanto las cámaras de senadores y de diputados.
Generando que la revolución no tuviera en lo más mínimo un cambio de fondo, solo de forma y apariencia, pues tanto las prácticas de corrupción, nepotismo, compadrazgo e influyentísimo se seguían llevando a cabo en la política del país, afectando directamente el desarrollo social y de la población.
Implementando pragmáticamente lo conocido como gatopardismo, es decir “cambiar todo para que nada cambie”.
De tal manera que, la revolución mexicana y sus propuestas para un cambio profundo en lo social probablemente aún lo están esperando en el imaginario colectivo.
En la analogía contemporánea, se puede percibir como cientos, miles, quizá millones de mexicanos en la base popular han contribuido para tratar de generar un cambio político contemporáneo, que permita vislumbrar un bien común, un bien colectivo.
Y si bien es cierto que desde el gobierno federal se han generado una serie de cambios profundos, que han beneficiado incluso a sus detractores, existe un punto que se dibuja nebulosamente, desde lo ominoso.
Con el discurso de unidad, con el discurso de arrepentimiento, cientos y miles de antiguos detractores han tomado posiciones importantes en distintos niveles de gobierno.
Se pueden apreciar priistas, panistas, perredistas y demás antiguos detractores “arrepentidos” integrando posiciones importantes en niveles municipal, estatal e incluso nacional.
“Arrepentidos” que permiten desconfigurar la base social que de alguna manera ayudo a establecer los principios de esta nueva revolución social, pacifica, de esta nueva Cuarta Transformación.
Dicho suceso, es decir integrar “arrepentidos” a las diversas posiciones de poder, puede ser la analogía de uno de los errores maderistas más fuertes, de uno de los errores que le resto fuerza popular, trayendo graves consecuencias a la sociedad mexicana actual y postrevolucionaria.
Error que estableció el gatopardismo mexicano.
Esto tomando en cuenta que los “arrepentidos”, así como los “ex porfiristas”, en esencia es muy poco probable que cambien, sobre todo entendiendo su posible estructura de personalidad, individualista, dispuesta a todo con tal de obtener un poco de poder.
De tal manera, que el error maderista y la posible analogía contemporánea no se percibe en su amplitud, en el impacto sociológico que podría tener actualmente y sobre todo en el costo que implica la desesperanza y el desánimo como estrategia política, implícita y explicita.
Ingresa a. Perú como analogía de lo imaginario, lo deseado y lo siniestro de la realidad en lo mundial
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