Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Una marcha que seguramente sorprendió a más de uno por la convocatoria que logró ha cambiado el juego al que el presidente estaba acostumbrado, pues desde que era jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, era él quien solía asestar el primer golpe, dejando las respuestas para sus adversarios, en esta ocasión es él quien buscará responder.
Si bien lo más seguro es que esté bastante confiado en la fortaleza de su aprobación y de sus seguidores, es notable que la gran movilización celebrada el pasado 13 de noviembre le tomó por sorpresa. Así mismo se nota incómodo con la gran cantidad de espacios mediáticos que se enfocan en atacar sus acciones sin muchos matices.
Si bien está acostumbrado a enfrentarse a la opinión de la mayoría de los medios de comunicación masiva, cada vez son más limitados los espacios en los que recibe buenos comentarios. Incluso aquellos que solían ser sus “aliados” han ido modificando sus posturas a unas más críticas, algo bastante comprensible en las condiciones en las que se está dando la lucha política.
Como ya había referido en un artículo previo, la contienda política actual se encuentra marcada por la polarización, o se está a favor o se está totalmente en contra, no existe espacio para matices. Algo que es sumamente dañino para la democracia mexicana, pues la totalidad del público está sometido a dos opciones, y a estar a vida o muerte con ellas.
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Ahora el presidente mostrará músculo llamando a sus simpatizantes a refrendar su apoyo, y faltando más de una semana para que la marcha de la revancha se lleve a cabo, la oposición ya la está descalificando, seguramente porque augura que la convocatoria será mucho más amplia.
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La democracia y la lucha por el ejercicio del poder es más que convocatorias a marchas, pero a estas alturas el juicio de todos se encuentra nublado por la fanatización, no importan ya los puntos en los que se pueda estar de acuerdo con el presidente o aquellos en los que es necesario hacer críticas. La lucha en este momento es por tomar partido y resultar vencedor a toda costa.
Mientras esas actitudes se mantengan, no será posible generar un proyecto de nación efectivo, pues la hegemonía es un factor indispensable para lograrlo, generar consensos y avanzar hacia una meta. Pero ni la oposición abre la puerta a llegar a un acuerdo, sino es en las condiciones que ellos impongan, y la presidencia ya sólo ve enemigos.
Culpar solamente al presidente y su partido de estos resultados es en extremo reduccionista, pero eso no quiere decir que no esté en nosotros como ciudadanos, exigirle que eleve el nivel del debate y evite caer en provocaciones.
Lamentablemente toda comunicación entre la ciudadanía y el gobierno se encuentra mediada por las empresas de medios masivos de comunicación, las cuales tienen intereses económicos y políticos, a la vez que su principal objetivo, más que informar, es vender entretenimiento, incluido en ello los chimes, dime y diretes de la política.
Es muy probable que López Obrador cierre su sexenio con los niveles de aprobación que mantiene, y por ello mismo que a quien designe como sucesor/a, gane sin muchas complicaciones, pero ese bono de legitimidad y popularidad tiene fecha de caducidad, y es de esperarse que no logren generar una hegemonía como la que alcanzó el PRI en buena parte del siglo XX.
En general la decadencia del sistema político mexicano se mantiene, Morena fue una bocanada de aire fresco, pero el grado de conflictividad que hay entre los distintos proyectos de nación solo podrá resolverse de manera violenta.
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