Foto: Francisco Zavala

El cinismo in extremis

Luego de la lastimosa derrota del pasado 5 de junio, mucho se especulaba sobre el futuro del Revolucionario Institucional. Ahora, con el paso de los días, parece que dicha institución política seguirá optando por su ridícula restructuración o refundación que, desde hace unos cuantos años, vienen empujando duro bajo el esquema del Nuevo PRI.

Como parte de este proceso, una de las primeras movidas (siempre ventajosas, con miras hacia 2018) ha sido la imposición presidencial de nuevo dirigente nacional. El ungido responde al nombre de Enrique Ochoa Reza y es orgullosamente coterráneo nuestro. En él, los poderosos han de ver el faro que iluminará el camino para salir de la miseria en que transitan, y lo digo así porque navegan, desde siempre, embalsamados en la podredumbre de la degeneración y la sinvergonzonería.

Para hacerle honor a mis palabras, sólo basta platicar unas líneas sobre la cínica intervención que tuvo el mismo Ochoa Reza, hace unos días, en el Consejo Político Nacional, en donde literalmente aseveró:

  • “Que sea el partido quien vigile el gobierno, que los funcionarios rindan cuentas a la estructura partidista”. Preguntas a título personal para reflexionar: ¿acaso el Sr. Ochoa Reza podrá vigilar con toda objetividad el trabajo de quien lo impuso?; ¿cómo puede un partido político avizorar desapasionadamente el trabajo de sus gobiernos?; y respecto a lo de la rendición de cuentas, ¿no será incoherente pensar en exigir cuentas a la institución política que los lanzó, antes que a la ciudadanía? (y eso que se autodenominan verdaderos demócratas).
  • “Que denunciará a los gobernadores corruptos (…), porque es tiempo de parar la corrupción, de frenar la impunidad y de exigir más transparencia”. Y en cuanto a estas desatinadas opiniones: ¿cómo denunciará los actos de corrupción que se cometen a los más altos niveles del Ejecutivo Federal?; ¿acaso tendrá la integridad necesaria para ir en contra de su impulsor?; ¿qué pasaría si verdaderamente va en contra del sistema político corroído, creado y encabezado, desde siempre, por su partido? y por último, ¿con qué cara, puede un político mexicano más, hablar de frenar la corrupción y la impunidad?.

Tal y como hemos podido percatarnos, una vez más, nos han visto la cara. De nuevo, el cinismo, la desfachatez, la falta de la más mínima dignidad humana y la inmoralidad a todas luces, se han manifestado en las cúpulas del poder nacional. Y desafortunadamente, no podemos soñar en un cambio. No hay posibilidad tal, sino hasta que se renueve el sistema, no con más políticos mediocres como éstos, ni azules, ni amarillos, ni morenos, ni negros, ni ninguno. Es necesario el cambio integral de mentalidades, la buena formación infantil y el reforzamiento de la institución social más importante: la familia.

De lo contrario, esta desvergüenza seguirá más y más, hasta el fin, hasta no haber salida.

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Estamos pendientes.