Hector Tenorio

En las próximas semanas, el presidente estadounidense Donald Trump anunciará una reforma fiscal que tendrá implicaciones para el comercio y la economía. El mensaje generó optimismo en Wall Street. Su idea es reducir la carga fiscal de las empresas estadunidenses; la compensaría penalizando a empresas que importen sus productos desde el extranjero, con fuertes impuestos fronterizos que podrían ser de hasta 35 por ciento. Sin embargo, habló de aplicar una tarifa de 20 por ciento a las importaciones desde México. Eso revela que todavía no tiene claridad en el tema. Queda claro que construye un escenario favorable en momentos que ha iniciado el proceso de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Los restantes socios tiemblan. El jefe del Estado Mexicano, Enrique Peña Nieto, negó que nos encontremos en una crisis económica, aunque tengamos todos los síntomas. Argumentó que el consumo interno ha crecido en cinco por ciento y en enero se generaron 83 mil empleos. Mientras  que los canadienses han aumentado su respaldo al TLCAN; luego de la elección del mandatario de Estados Unidos, un 45 por ciento de los encuestados está a favor y el 24 por ciento desea una renegociación.

Entre las primeras víctimas de esta política proteccionista se encuentran los fabricantes de automóviles y sus abastecedores que habían hecho de México su base de operaciones: General Motors Co, Toyota Motor Corp y Ford Motor Co., esta última fue la primera en doblegarse, renunció a construir una fábrica en territorio nacional para invertir en una instalación existente en Michigan, donde va a crear 700 puestos de trabajo.

A la lista se suma la tercera automotriz más grande de Japón, Honda Motor Co Ltd, que replanteará sus operaciones en nuestro país si Estados Unidos, su mayor mercado, eleva las tarifas por importaciones. En el mismo tenor el fabricante japonés de autopartes para frenos, Nisshinbo Holdings, anunció que abandonó el proyecto de construir una nueva fábrica aquí. El fabricante de vidrio Asahi Glass hizo lo propio.

Sin duda, han surtido efecto las amenazas de Trump, quien busca asegurarse de que más vehículos vendidos en Estados Unidos sean fabricados en plantas locales, a fin de acelerar la creación de empleos y reducir el déficit comercial.

No obstante, varias empresas estadunidenses miras más allá de su propia frontera: el fabricante de rodamientos industriales, Rexnord,  aún planea cerrar una de sus fábricas en el estado de Indiana que emplea a 350 personas para trasladar su producción a nuestra nación. El fabricante de equipos pesados Caterpillar y la siderúrgica Nucor Corp, cuyos directivos pertenecen al consejo que asesora a Trump sobre política industrial. CTS Corp aún planea eliminar la producción en su planta de Indiana a mediados de 2018 y cambiar la producción a China, México y Taiwán. Ford Motor seguiría fabricando su automóvil pequeño Focus en una planta en nuestro país, pese a su decisión de suspender la construcción de una nueva planta en el estado de San Luis Potosí. Mientras que General Motors continúa el proceso de trasladar más producción a territorio nacional. Mientras tanto, la empresa de la industria de los alimentos Manitowoc Foodservice avanza con sus planes para trasladar gran parte de la producción a instalaciones en tierra azteca.

Todas estas compañías han estado reduciendo su fuerza de trabajo en todo el mundo para mantenerse viables en la recesión más larga de la historia. Ellos se salvarán a costa de lo que sea.