¿Cuál es el origen del Día de Muertos en el estado de Michoacán? No te pierdas de esta historia que tienes que conocer
Morelia, Michoacán.- El origen de los rituales de velación, colocación de altares y ofrendas en panteones y casas del estado de Michoacán, como afectuoso y devocional tributo cada Día de Muertos, es una historia que tienes que conocer.
Sobre el surgimiento europeo de la tradición, algunos estudios apuntan que, en el siglo VIII, fue tomada por los árabes en China y Egipto, desde donde la llevaron a España durante la dominación morisca que perduró hasta el siglo XV.+
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Luego, la conquista española en el Nuevo Mundo se fundamentó en la evangelización, y así buscó la destrucción de las antiguas creencias y prácticas prehispánicas, al considerarlas “idolátricas”. Sin embargo, conservó el culto a los muertos, congregando en él costumbres católicas y honras anuales que fácilmente aceptaron los pueblos nativos, por las coincidencias con sus antiguos hábitos.
Se conoce que, hacia el año 1049, la Iglesia estableció el dos de noviembre para la conmemoración de difuntos, tras una revelación del benedictino San Odilón, abad de Cluny, quien dedicó esta fecha a las “ánimas del Purgatorio”, mediante la celebración de misas, sufragios, oraciones, responsos, limosnas, oblaciones y, más activamente, plegarias.
Información de Fray Diego Durán, cronista del siglo XVI, indica que la sociedad mexica celebraba con regocijo la “fiesta de los muertecitos” o Miccailhuitontli, en referencia a los infantes fallecidos, a los cuales honraba con ofrendas y sacrificios. Además, fungía como preparativa de la fiesta grande de los muertos adultos.
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De acuerdo con la cuenta occidental, las ceremonias indígenas comenzaban el ocho de agosto, mes que coincidía con la cosecha, porque eran ritos de carácter agrícola, basados en el temor de que se malograra la siembra por las heladas venideras.
Paulatinamente, las celebraciones instituidas en el calendario cristiano adquirieron tintes de tradición popular: el primero de noviembre, de Todos Santos, se ofreció a los niños, y el día siguiente, de los Fieles Difuntos, a los mayores.
Además, Fray Gerónimo de Mendieta reveló en sus crónicas que las ofrendas a los adultos se hacían hasta cuatro años después de que morían: sacrificaban codornices, conejos, aves y mariposas ante la caja, donde ponían mucho incienso, comida, vino, rosas y cañutos de perfumes.
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De tales cultos se valieron los conquistadores para introducir los usos del catolicismo, y trasladarlos a noviembre, ya que en España también ofrendaban flores, agua, al igual que alimentos y “pan de ánimas” que comían al terminar; alumbraban a los difuntos con lámparas de aceite y hacían oraciones desde las épocas primitivas, según Luis y Nieves de Hoyo.
Así, las costumbres indígenas se entrelazaron con las del Viejo Mundo, en una solemne tradición mexicana, con profunda raigambre en Michoacán, particularmente en la región purépecha, donde los rituales datan asimismo de tiempos ancestrales.
Con datos extraídos del Boletín Informativo número 19 del Museo del Estado, publicado en agosto de 1999 y elaborado por A. Patricia Mendoza Mendoza.