POR: Enrique Rivera Hernández
La desilusión, quizá se pueda entender como la perdida de esperanza y anhelos. Perdida que impacta en los sujetos a partir de una realidad que rebasa lo que esperaba éste mismo de la vida cotidiana; es decir cuando ocurren sucesos en su vida particular y social que no cubren sus expectativas a profundidad, en términos metafóricos podría ser, el desmoronamiento de una ilusión, de algo que no es como se creía, que es diferente a lo que se esperaba.
El prefijo “des” se puede plantear como una privación, e “ilusión” como lo derivado del latín como “ilusionis” que se podría interpretar como engaño.
De tal manera que la desilusión, se puede entender por un lado como como la privación de un engaño. Cuando la realidad rebasa toda expectativa planteada por el sujeto como un horizonte, situación que podría ser completamente objetiva, pragmática o racional; sin embargo también es necesario mencionar que el horizonte, la utopía, o la ilusión sirven para seguir avanzando en distintos aspectos a los sujetos y a la sociedad en la vida diaria.
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En cierta medida es lo que brinda la fuerza psíquica para continuar cada día.
Así mismo, el desánimo se puede entender como la falta de ánimo, la falta de fuerza psíquica o energía emocional, anímica, que impide resolver o continuar alguna actividad al sujeto.
En ese sentido la desilusión y el desánimo, tomados de la mano como estrategia política, vienen a mermar la construcción de una visión política que beneficie la colectividad, el bien común; impactando directamente en los sujetos y en las sociedades en la perspectiva de una visión política que esté al servicio del otro, de una visión política que se pueda implementar en el día a día; pero paradójicamente esa desilusión y ese desánimo al impactar en los sujetos, permite dejar el camino abierto para los personajes que ven en la política perversa, como políticos perversos, la posibilidad de obtener beneficios personales, servirse pues de los otros, ello como consecuencia de la NO participación de los sujetos impactados por la desilusión y el desánimo.
El primer ejemplo que se va a implementar para poder dibujar la desilusión y el desánimo como estrategia política serán las crisis económicas en nuestro país…
Hace aproximadamente 40 años el 17 de agosto de 1981, el ex presidente emanado del PRI, José López Portillo, expresó que él iba a “defender el peso como un perro”, así mismo el 1 de Septiembre de 1982 pidió “perdón” al pueblo de México con lágrimas en los ojos estando él en el presídium de San Lázaro, exponiendo inmediatamente después “es ahora o nunca. México no se ha acabado. ¡no nos volverán a saquear!”. Situación que evidentemente que no se cumplió.
Pues durante el periodo Portillista (1976-1982) la caída del peso frente al dólar fue de 107.8 %, y en el sexenio siguiente en el periodo del ex presidente Miguel de la Madrid (1982-1988) el peso mexicano valía $149.00 pesos frente a $1.00 dólar norteamericano.
Siendo esta una devaluación del 470% de la moneda mexicana.
Impactando directamente en el valor adquisitivo de las familias mexicanas, reduciendo al mínimo el consumo de productos de primera necesidad por su elevado precio, los costos estaban oscilando según estadísticas de esta manera; la carne de pollo paso de $520 pesos a $620 por kilo, el huevo alcanzo los $220 pesos por kilo, las tortillas pasaron de $5 pesos a $32 por kilo , el azúcar paso de $54 a $73 pesos por kilo, elevando como consecuencia el pan dulce, el bolillo y la telera. Generando consecuencias nutricionales, psicológicas y sociológicas en gran parte de la población de todo el territorio nacional.
Dando un golpe certero desde la desilusión y el desánimo a los sujetos mexicanos de la historia reciente.
Sentando con estas crisis las bases sobre las que se construiría el inicio del periodo neoliberal y el desmantelamiento de las empresas para estatales del País.
Periodo que inicio prácticamente en el mandato del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.