Ese meme llamado Javier Milei
Francisco Lemus/ Foto: Cortesía

Un payaso experto en generar rabia puede ser un personaje sumamente exitoso en las redes sociodigitales, después de todo, nada se le exige a alguien así, sin embargo, al convertirse en un “servidor público” la cosa cambia de forma dramática. Milei, una simple figurilla de las redes solo puede representar una tragedia para la política.

En redes sociales cada día nos entretenemos consumiendo contenido que poco aporta a nuestra formación humana, sin embargo es una forma sencilla de perder el tiempo, una que puede ser bastante adictiva, sobre todo cuando ésta apela a nuestros instintos más elementales, como lo son el miedo y la rabia.

Esta fórmula le funciona muy bien a distintos personajes, quienes van encontrando su público objetivo y a quién les gusta odiar, y una vez instalados en ello, es fácil que se dejen llevar.

No se les pide congruencia, mucho menos método, sólo basta que digan cosas que a simple vista parecen verdades irrefutables y las repitan mientras muestran su cara más rabiosa.

Esto puede funcionar para los fanáticos de una serie, de un cómic o de cualquier otra forma de entretenimiento vacuo. Pero la tragedia acecha cuando es la vida pública lo que se pone en este juego, como lo hizo Javier Milei con mucho éxito en Argentina.
Milei defiende la libertad como planteamiento cuasi religioso, al menos en el sentido de pugnar por ella de manera absoluta.

Pero en los hechos solo defiende la libertad de los que de por sí ya son extremadamente poderosos, que encuentran en la ley y el derecho un obstáculo para continuar su camino hacia la riqueza -aún más- obscena.

Prueba de ello es que la libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo, algo que cualquier liberal medianamente decente defendería, es algo contra lo que ya ha atentado.

Entonces de que libertad habla ese payaso, solamente de la libertad de enriquecerse hasta niveles que atenten contra el bienestar del resto de la sociedad.

Milei, al atacar la soberanía de las mujeres sobre su cuerpo muestra que sus intereses, o al menos los de sus patrocinadores, son los de la derecha más conservadora, esa que suele ser católica en América Latina, pero Milei se muestra abiertamente como un judío wannabe, un grupo étnico al que esa derecha católica odia con todo su ser.

De nuevo, la congruencia es un lujo que los memes de internet no se pueden dar, deben ser simplistas, en una imagen pretende mostrar toda la información necesaria y obviar toda la complejidad que envuelve a la realidad. Milei, como cualquier otro meme, solamente quiere ser popular, es adicto a la atención, como la mayoría de las celebridades de internet.

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Entonces cuando las cosas se le salen de las manos, que es lo que pasa casi todo el tiempo, tiene que recurrir a la caterva de vulgaridades que lo volvieron célebre en primer lugar. Ninguno de sus planes político económicos ha prosperado, entonces hay que volver a calentar a sus seguidores con propuestas banales como prohibir el lenguaje inclusivo.

Nada relevante saldrá de sus propuestas absurdas, pero sus seguidores, quienes además de odiar a los progresistas que han construido en su imaginación, odian la idea de que grupos que históricamente han estado subyugados (todavía más que ellos) levanten la voz y con ello atenten contra sus minúsculos e imaginarios privilegios.

Milei raya en el ridículo en todo aspecto, pero es funcional a una élites decadentes que buscan por cualquier medio garantizar sus privilegios, esos sí bien reales, ante la posibilidad de una movilización popular que pueda poner un alto a la excesiva polarización en la que se encuentran casi todas las economías del mundo, pero más las latinoamericanas.

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