Posiblemente los principales pilares del constitucionalismo moderno son: el respeto a los derechos humanos y la división de poderes. Esta afirmación se sustenta en el diseño institucional y legal que tiene los actuales países democráticos, en los cuales cualquier poder público se encuentra acotado, dividido, equilibrado y vigilado, procurando proteger el ciudadano.
En el caso del Estado mexicano, durante muchos años se vio marcado por un presidencialismo desbordado tanto en su naturaleza política como institucional, sin embargo, durante las últimas décadas se fueron impulsando diversas reformas que permitieron la construcción de instituciones dedicadas a fortalecer la misma democracia, mejorando sus condiciones de equilibrio y sobre todo respetando la autonomía entre cada poder público.
Prueba de ello, fueron la creación de los órganos constitucionales autónomos como el Banco de México (BM), la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y el entonces IFE, hoy Instituto Nacional Electoral (INE). De igual manera, en el Poder Judicial se introdujeron figuras jurídicas como la acción de inconstitucionalidad, la controversia constitucional y la ampliación del juicio de amparo al interés legítimo. Aunado a lo anterior, cabe destacar que desde 1997 el partido en el poder perdió por primera vez la mayoría en la Cámara de Diputados y fue hasta 2018 que se terminó esta tendencia.
En este sentido, en los últimos días el debate en el escenario público nacional ha sido la resolución del INE de retirarle la candidatura a la gubernatura del Estado de Guerrero al candidato de Morena Félix Salgado Macedonio por no entregar sus informes de gastos de precampaña. Desde mi perspectiva esta coyuntura política-institucional más que debilitar el sistema democrático mexicano, lo fortalecen, ya que ponen a prueba cuales son los verdaderos principios por los cuales se conducen nuestras instituciones.
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El tener una postura maniquea, en la cual se perciba al Poder Ejecutivo como un actor afanoso de más poder y un Instituto Electoral como un ente totalmente apolítico (o viceversa), no abona a la consolidación de nuestra democracia, la torna más pueril. Debemos recordar, que los grandes Estados e Instituciones han surgido de lo más álgidos debates y coyunturas; solamente debatiendo, disintiendo y fijando posturas políticas, se encontrará la verdadera esencia de nuestra democracia.
LIC. LUIS FRANCISCO CELIS MOLINA