Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Dime a cuánta gente movilizas y te diré qué tan relevante eres, debería ser ya una máxima de la política mexicana. A falta de organizaciones laborales o de productores campesinos agremiados, el clientelismo se ha vuelto en la principal moneda de cambio a la hora de repartir los beneficios del botín que es la administración pública.
A nadie medianamente avezado en la política mexicana le sorprende la decisión del gobierno federal de regalar embajadas irrelevantes como premios a ex gobernadores de oposición. Si llegaron a sus puestos y se mantuvieron ahí durante un sexenio es porque detrás de ellos hay operadores políticos con capacidad de asegurar votos.
De igual modo, para quien cree que “el fin justifica los medios” es una máxima universal de la política, seguro verá con buenos ojos esas artimañas para garantizar seis años más de un gobierno de corte popular que en más de algún punto ha mostrado compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad.
Sin embargo, los proyectos suelen extraviarse cuando sus medios no son congruentes con sus fines. Habría que aprender de Maquiavelo algo más que una frase choteada y descontextualizada, pero cuando la politiquería funciona tan bien y el público es tan poco exigente, para qué esforzarse.
Tal vez hoy, la mayoría de los simpatizantes del presidente, tengan poco que reprocharle acerca de la política que está promoviendo, pero en el largo plazo más de uno empezará a renegar. Esa historia ya la conoce bien el priismo, pero al denunciarla no haría otra cosa que revelar los más oscuros secretos de su operar histórico.
Si de algo sirven los años es para comprender mejor muchas cosas, ahora tiene más sentido cuando hace unas décadas escuchaba a las personas mayores reiterar su apoyo incuestionable al PRI, así en los años venideros sobrarán las huestes de adultos mayores que ya tendrán bien definidas sus preferencias por Morena.
Pero si el PRI, emanado de una lucha armada y de pugnas mucho más violentas que las que hoy podemos atestiguar, fue torciendo sus principios y sus fines, hasta acabar traicionándolos -eso sí, les tomó más de medio siglo- que se puede esperar de un partido cuyos referentes están más en los libros de texto gratuito que en una enciclopedia política.
Con esto no intento demeritar el oficio político del líder del partido, ni de sus cuadros más prominentes, pero no son una alternativa de izquierda, y conforme los años avancen y las tácticas clientelares se sigan promoviendo, van a estar cada vez más cerca de la derecha, esa que dicen despreciar, al menos en el discurso.
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Me confieso culpable del error de esperar que Morena fuera un proyecto un poco más a la izquierda, pero es que ante la crisis civilizatoria que enfrentamos -como humanidad-, estoy convencido que sólo una propuesta que desafíe los cánones del actual sistema económico, político y social, es una verdadera posibilidad no solo de defender la dignidad humana, sino la vida misma.
La palabra ideología está muy desgastada, pero la ideología está tan viva como siempre, un partido carente de ideología y sobre todo de compromiso con ella, sólo está destinado a ser otro PRI efímero, dejando sólo la reflexión de un afamado poeta texano-mexicano: ¿Y todo para qué?