San Juan Parrandero, un santo que fuma, toma y nos recuerda a Tláloc
Imagen de Daniel David Rubín de la Borbolla, México Desconocido

Explorando la fusión cultural en la festividad de San Juan Parrandero.

La celebración de San Juan Parrandero en Jiutepec, Morelos, es un vibrante ejemplo del sincretismo cultural de México, mezclando elementos católicos con tradiciones prehispánicas.

Este evento ocurre cada 23 y 24 de junio, coincidiendo con la festividad de San Juan Bautista según el calendario católico.

La devoción a San Juan Parrandero

A diferencia de la figura tradicional, San Juan Parrandero es representado como un campesino que lleva consigo cigarros, botellas de aguardiente y tamales.

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Milagros | Foto: Daniel David Rubín de la Borbolla, México Desconocido

A pesar de ser bendecido por los sacerdotes locales, este santo popular no se queda en la iglesia, sino que reside temporalmente en la casa del mayordomo de la festividad, quien también debe llamarse Juan.

Durante la misa, se le retiran temporalmente el cigarro y el aguardiente, pero estos son reintegrados en las celebraciones posteriores que incluyen comida, bebida y visitas a balnearios locales donde se rocía agua a los asistentes, simbolizando la petición de lluvias durante el caluroso verano de Morelos.

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Figura del santo | Foto: Daniel David Rubín de la Borbolla, México Desconocido

La conexión prehispánica con Tláloc

La conexión de San Juan Bautista con el agua es un emblema cristiano, pero en Jiutepec, esta figura también se enlaza con las rogativas prehispánicas a Tláloc.

Esto, para obtener lluvias propicias, especialmente durante la veintena ‘etzalcualiztli’ dedicada a este dios de la lluvia.

Así, San Juan asume un papel dual como portador de agua y mediador divino.

Después de la parte religiosa, la comunidad acompaña a San Juan Parrandero al cementerio para honrar a los difuntos, compartiendo cigarros en un gesto de unión espiritual.

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Foto: Daniel David Rubín de la Borbolla, México Desconocido

Al caer la tarde, la festividad se traslada de nuevo a la casa del mayordomo, donde continúan las celebraciones con más tamales y aguardiente, además de fuegos artificiales y visitas a las casas de todos los ‘Juan’ y ‘Juana’.

Al día siguiente, el santo es llevado en procesión, bailando y visitando más hogares de los Juanes locales, manteniendo viva la alegría y la tradición.