El próximo 1° de julio más de 80 millones de ciudadanos mexicanos tendremos el deber de votar para elegir 3326 nuevos representantes populares. Un millón cuatrocientos mil mexicanos serán funcionarios electorales y tendrán la responsabilidad de recibir la votación en forma muy trasparente y apegada a la normatividad electoral.
El proceso electoral está en marcha y después de la jornada electiva tendremos nuevos integrantes en la Cámara de Senadores y de Diputados, nueve gobernadores y, por supuesto, un Presidente de la República que deberá sustituir el día primero de diciembre a Enrique peña Nieto.
Toda una maquinaria con alto costo económico se desplegará para renovar a los gobernantes, que además requerirá la participación de la sociedad para blindar el proceso electoral y que nadie se diga defraudado. Es una gran prueba para acabar por siempre con los fantasmas del fraude electoral.
Todos estamos llamados a la responsabilidad cívica, este país requiere de ciudadanos participativos y que apuntalen nuestra democracia, imperfecta o como se le quiera ver, pero emanada de nuestras leyes. El proceso debe ser de todos, para que el resultado se asuma por todos los actores políticos.
Las malas prácticas electorales deben quedar atrás, vengan de donde vengan; no deben ser admitidas y esto se logrará únicamente con la vigilancia de todos. Cierto, la responsabilidad recaerá sobre los responsables electorales, pero no podemos eludir nuestra obligación de propiciar un proceso electoral con un alto sentido cívico y apegado a la legalidad.
No puede ser de otra forma, después del 1° de julio México debe seguir trabajando; no podemos detenernos en conflictos poselectorales que generen violencia. Esto no quiere decir que no se agoten los procedimientos contenciosos, pero sin mas pretensiones que prevalezca el veredicto popular; que se imponga la ley ante la presencia de irregularidades, que no se busque ganar en los tribunales lo que los electores nieguen en las urnas.
Es un reto difícil para todos, que requiere nuestra atención y participación. No podemos decir que siempre ganan los mismos, porque ya hemos comprobado que en México ganan los que decide la mayoría.
Poco a poco se van agotando los procesos internos de los partidos para definir a los que conformarán esta lista de 3326 que emergerán del proceso electivo.
En este sentido debemos poner mucha atención para no apoyar a los candidatos impresentables. Sí, los partidos pueden definir sus candidatos, pero no debemos apoyar a los que tengan escasa calidad moral o intelectual; votar por ellos puede llevarnos a tener una mala administración pública, malas obras, corrupción, inseguridad, y todo lo que conlleva votar por personas no aptas para el servicio público.
Es muy sencillo reconocer a los impresentables, veamos por qué.
Muchos han sido representantes populares y solamente se enriquecieron en sus encargos y beneficiaron a sus familias. Vivían en fraccionamientos medianos y ahora viven en residencias en los mejores fraccionamientos. Usaban carros pequeños y ahora ostentan vehículos de lujo y hasta choferes. Fueron representantes populares y no cumplieron lo que prometieron. Las obras públicas que hicieron están completamente deterioradas por la mala calidad de las mismas.
Los impresentables también son los que ostentaron un cargo y sin terminarlo, ahora se presentan como candidatos a otro distinto. Los que piensan que ir a las colonias, barrios y comunidades a llevar láminas, despensas, calentadores solares y tinacos los hace potencialmente ganadores en la futura contienda.
Los candidatos que ahora tienen fortunas inexplicables, que es evidente el aumento de sus bienes, que visten ropas caras y zapatos de diseñadores extranjeros, también debemos ubicarlos en este rubro de los impresentables.
Es una buena señal que hayan realizado declaraciones ante el Sistema de Administración Tributaria; entonces los que puedan demostrar sus declaraciones mensuales y anuales y el pago de sus impuestos, deben tener cuando menos el beneficio de la duda.
No puedo imaginar candidatos que se ostentan como empresarios y no han rendido declaraciones ante las autoridades hacendarias; y sí, existen y están ya aprobados en sus respectivos partidos, pero falta el filtro más importante que será el día primero de julio.
Los nuevos gobernantes no deben dejar motivo de duda ni en su patrimonio, preparación académica o vocación de servicio.
Los ciudadanos los tenemos bien ubicados, por supuesto que no votaremos por los que jamás han trabajado y no han podido justificar de donde obtienen sus ingresos. Hoy es tiempo de trasparecía y los candidatos deben poner el ejemplo.
Un reto fundamental es que presenten sus declaraciones hacendarias; si no las tienen, tampoco podrán tener un buen desempeño.
Los tiempos son para los hombres y mujeres bien presentados, sin dudas ni señalamientos, con calidad moral, política, académica, y una probada vocación por la vida pública.
El 1 de julio nos dará a todos la oportunidad de tener representantes de excepción. Los partidos son solo instrumento, pero no necesariamente un buen partido postula un buen ciudadano; por ello debemos agudizar los sentidos y elegir a los mejores.
Cerremos el paso a los impresentables, esa debe ser la consigna de ahora en adelante.