Inframundo guinda
La buenaventura que inunda el espíritu cuatroteísta nacional por permanecer en el reino de los cielos gubernamental y presupuestal –por divina voluntad electoral del pueblo sabio-, contrasta en el horizonte local con la descarnada batalla que se libra en el inframundo guinda, donde todos los demonios cuatroteitos se han congregado para apuñalarse entre sí por la disputa del averno.
El dolor de Samael por no contar con el favor celestial y sentir perdida la gracia del divino redentor, le hace temer por la suerte propia y de su casta, la cual, henchida por los placeres que otorga el erario, se ha entregado gustosa y sin recato a los excesos del poder.
Desde el Monte de la Tentación –recién rebautizado de Quinceo– Samael ha echado mano de artificios e ilusiones para mostrarse digno del Verbo y su anhelado paraíso. Como paloma en cortejo, ha desplegado sus maltrechas alas, buscando ser visto y convidado a pervivir en el apareamiento transformador.
Y como suele suceder ante la desventura vista de toda alma en pena –que tras probar las mieles del edén se horroriza avizorando el sofocante maná del vacío-, no falta quienes acechan para robar el preciado cetro -hoy bastón de mando- convencidos que ahora sí, ya les toca poseerlo.
Te puede interesar: Buscapiés
Los diablitos cuatroteitos disidentes han desenfundado sus tridentes para picar las costillas del infortunado Samael, a quien ya le quedan a deber sus huestes, las que, al compartir su ilusión de ser única voz de mando en los avernos, olvidaron los oficios que hacen al pingo ser de verdad mandinga.
La pureza fundadora de su raza guinda, ha hecho confiado al séquito de Samael acerca de que continuará ocupando el ancho y espacioso camino que lleva al infierno, lo que ha hecho unir fuerzas a las ánimas que, confinadas al purgatorio han logrado simpatía divina y con ello, la fuerza necesaria para el zarpazo.
Son muchos los frentes de rencor y rencillas que han y siguen abriendo las huestes del que ya nombran ángel caído, muchos los pendientes que, los coludos disidentes, están prestos a cobrar con la suma de ñuzcos rojos –también dolidos de permanecer en el purgatorio-, todo ello con la venia celestial.
Habrá que ver si el eterno, los agarra confesados.