Explorando las disputas internas de Morena en Michoacán y sus consecuencias políticas
Líos de familia guinda
Dicen que la familia no se elige, pero vaya que los morenistas michoacanos se han esmerado en convertir sus disputas internas en un espectáculo digno de reality show. Mientras el bloque oficialista deja ver unidad y disciplina impulsando a Jesús Mora como el delfín de la dirigencia estatal, los moronistas parecen atrapados en un casting eterno. Prometieron revelar a su candidato el 8 de noviembre, luego lo pospusieron para el 16, y ahora aseguran que será el 18. Tres fechas incumplidas y contando, con tres aspirantes, un Fidel Calderón Torreblanca desesperado por no quedarse en la banca, y un proceso que parece diseñado para aplazar lo inevitable. Claro, ¿quién necesita certidumbre cuando el caos es parte del estilo?
Por su parte, Fidel no oculta su hambre. Dejó su curul en la 75 Legislatura y, sin candidatura ni cargo en el gobierno, anda urgido por un hueso que lo saque del olvido. Sus videos en redes son un manual de precampaña disfrazada, llamando a tomar un nuevo rumbo mientras atiza contra la dirigencia actual. Pero, ¿será él el elegido? Lo dudo, con tres manos más alzadas y un historial de confrontación que lo hace menos atractivo que un cactus en medio del desierto.
Itzé Camacho, con el apoyo de Leonel Godoy, y Manuel López Meléndez, perfil sobrio pero ¿dispuesto a soltar su presidencia en Panindícuaro?, son alternativas menos tóxicas en un bloque que más parece un saco de gatos.
Mientras tanto, en la esquina oficialista, Juan Pablo Celis se aferra a su puesto hasta el último minuto. Aunque dicen que tienen los votos para imponer a Jesús Mora, la resistencia de Celis a soltar la silla genera más dudas que certezas. ¿Será que no están tan seguros de tener los votos? Los moronistas aseguran tener la mayoría y, sin pruebas ni nombres, pero con muchas ganas, denuncian hostigamiento y amenazas a los consejeros por parte de los oficialistas.
En este circo de intereses y traiciones, lo único claro es que el bloque de Morón se especializa en la indecisión, mientras que el oficialismo juega a no mostrar sus cartas, dejando a Morena Michoacán como el gran teatro de los absurdos, que dará su puesta en escena estelar el próximo 24 de noviembre, en que el Consejo Estatal elegirá a un nuevo dirigente, o en una de esas y Juan Pablo Celis decide mantenerse en el cargo, pero como es sabido, tendría que renunciar a su curul de diputado.
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¡Vacas gordas ¡no se acaben!
La abundancia sexenal para algunos de los que laboran en la administración pública estatal, ha reflejado su generosidad en el patrimonio de varios a los que eso de la austeridad republicana nada más no se les da.
Es sabido que la máxima de primero los pobres, se vuelve sólo membrete cuando las puertas del erario se abren de par en par. Secreto a voces son los casos de quienes invitados al convite del manjar presupuestal, han optado por migrar de sus humildes moradas a santuarios que resulten más ad hoc para su nueva condición.
Los fraccionamientos fifís que hasta hace tres años eran satanizados por quienes altivos mostraban su piel morena, hoy se han vuelto morada de compinches; no es nuevo aquello de que la ideología muta y se adecúa a conveniencia, conforme a la posición de poder que se ocupe.
Para habitar en esos santuarios de poderosos en turno, hoy hace maletas un personaje más, aquél que ha tenido en los últimos tiempos la responsabilidad de administrar los temas de aguas y cuencas en el estado. Bien ha entendido que con el pópulo hay que rozarse sólo en discurso, no en el cuerpo a cuerpo.