Por: Gerardo A. Herrera Pérez
En días pasados, tuve la oportunidad de estar en la cabecera municipal de Benito Juárez; al bajar por la serpenteante carretera que conecta a la cabecera municipal de Zitácuaro con la Cabecera municipal de Benito Juárez, ésta recibe a sus visitantes con alfombras verdes, tanto para quien sube como para quien baja, es acogido o despedido bajo enormes plantaciones color esmeralda de árboles de guayaba artesanalmente cuidados.
La gente, con un toque singular en su construcción lingüística, puede lograr hacer de inmediato una gran empatía.
El municipio de Benito Juárez, su geografía y su gente, lo conozco desde los años noventa del siglo pasado, cuando la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México, me dio la oportunidad de preparar mi tesis de maestría.
La organización social para el trabajo se da a través de procesos productivos agrícolas, donde destaca la producción de la guayaba como principal producto. Durante estos ya casi tres décadas que conozco la región me sigue desconcertando que han sido pocas las cosas que han cambiado. Tal vez lo único que se transformó, fueron algunas obras públicas; la manera de ver el cosmos por parte de las personas creo que no cambio, ellos, ellas continúan siendo hospitalarios, respetuosos del tiempo de los demás y de las vidas, no obstante las dinámicas sociales no les permite siempre cumplir exitosamente con la llegada temprano a sus compromisos.
A finales de los años treinta, paso de llamarse Laureles, a Benito Juárez; pero es sintomático que aun en su escudo lleve la guirnalda de laureles, porque una guirnalda significa victoria, y con ello, generaciones presentes y pasadas recordaran la victoria de su terruño, pero también recordaran la historia de su pueblo, así llamado Laureles. Benito Juárez, hoy podrá ser un espacio para la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
Como todos los pueblos originarios, que fueron conquistados, sometidos y catequizados, esta zona guarda sus joyas arquitectónicas, las guarda en edificios religiosos que sorprenderán a lugareños y visitantes, ojalá puedan pronto ir a disfrutar de éstos: Capilla de Santa Isabel, en la localidad de Enandio y en la cabecera municipal la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe.
Como ayer, hoy, necesitamos que cada localidad, cada caserío, cada tenencia, cada cabecera municipal realicen acciones que les permitan la más amplia convivencia, necesitamos de trabajar todos, autoridades, la academia, las organizaciones de la sociedad civil para fortalecer un solo proyecto, un proyecto que construya sobre el respeto de los derechos humanos y las libertades, que construya sobre la base de la dignidad humana de las personas.
Si bien no pase muchas horas en la cabecera municipal, me traigo de aquella región el aroma de guayaba, congelo en mi mente las alfombras color esmeralda con que reciben su gente a los visitantes, me quedo con el saludo fraterno y amoroso con que me recibieron, me quedo con la imagen de calidad y calidez con que se construye la vida en aquella región.
Yo les digo, impulsen el desarrollo, sí, pero con respeto a los derechos de la naturaleza, con respeto al medio ambiente, a la biodiversidad, cuidando de promover el perfil de las personas sociales, más allá de ese perfil económico en el que se acentúan las asimetrías del patriarcado, del mercantilismo y del colonialismo, generados desde el neoliberalismo para sostener funcionalmente al capitalismo histórico. Trabajemos para la emancipación, para la autonomía en la toma de decisiones