A pesar de las presiones de una buena parte de sus electores, el presidente demócrata
Joe Biden mantiene su apoyo militar a Israel. Aunque por una parte hace vacuos llamados
a la paz, por otra sigue alimentando la maquinaria militar del Estado israelí, y por tanto la
masacre de la que es objeto la población palestina en Gaza.
Otra muestra de las razones que han solidificado la postura de la derecha alternativa en el
mundo se presenta ante nosotros en el día a día. Tramposamente resguardados en la lógica de que su electorado progresista jamás votaría por Donald Trump y el partido republicano, que vive tal vez uno de sus momentos de mayor conservadurismo y
reacción.
Es justamente este tipo de actitudes que han sido consecuencia de la decisión de los
partidos de izquierda de congraciarse con las elites económicas nacionales y globales, lo
que los ha vuelto a los ojos de sus electores de la clase trabajadora, en auténticos traidores a los que ya no tiene sentido apoyar con sus votos.
Parecería que los grandes temas progresistas del mundo se debaten ahora tan sólo en
torno a la corrección política y causas humanistas en abstracto, sin embargo, las clases trabajadoras no están ciegas, y saben reconocer cuando un partido político ha optado por defender intereses ajenos a los suyos.
Mientras que la falta de oportunidades, los bajos ingresos, altos costos de tratamientos
médicos y los altos intereses en los pagos de hipotecas o de préstamos estudiantiles
ahogan a la mayoría, los demócratas mantienen una agenda que prioriza el rescate de instituciones financieras y procuran mantener felices a grandes empresarios a cualquier costo.
Por ello es fácil de entender que, ante la demagogia del populismo de derechas de
Donald Trump, muchos miembros de la clase trabajadora, sobre todo blanca, se dejen
seducir por un junior que nunca en su vida ha trabajado, pero que al menos los menciona
y dice estar dispuesto a combatir el vertiginoso ritmo de cambios que se presenta ante sus ojos.
Porque antes de acusar que esa clase trabajadora se ha vuelto conservadora, habría que tomar en cuenta que ante tantos cambios y ante tal incertidumbre, cualquiera optaría por volverse conservador, conservar no suena tan mal cuando sientes que lo poco que tienes se desvanece ante ti.
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Mientras los partidos progresistas se han esmerado por pulir su imagen y defender las
causas que menos les comprometen y sobre todo no ponen en riesgo la circulación de
recursos económicos de sus patrocinadores; la derecha se da el lujo de ser tan soez y
agresiva como siempre le ha gustado ser, pero además haciéndose pasar por aliados de
la clase trabajadora.
Por su parte, los medios masivos de comunicación se dan gusto llevando la atención de un escándalo a otro, de una tontería a otra; y por nuestra parte, la gran mayoría nos deleitamos con el entretenimiento constante que nos ofrecen los dispositivos electrónicos a los que dedicamos prácticamente todo nuestro día.
Aunque el conservadursimo quiera aprovecharse de la vulnerabilidad de las clases
trabajadoras, su desprecio por éstas nunca va a cesar, por ello no son casuales los
constantes dislates como ese de “si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio,
eres bien güey”, que salen de manera tan natural cuando el teleprompter no está activo.
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