Amor romántico: grillete y horca de las mujeres
Elizabeth Legarreta, Columnista / Foto: Cortesía

Febrero es, sin duda, el mes del amor romántico. Cupido está en el aire, en cada esquina encuentras detalles para tu “otra mitad”, y los medios te bombardean con una peculiar y rancia manera de amar. Si te alejas de ésta, deberías estar triste. Al menos, eso es lo que dicen.

El amor romántico es una narrativa construida para oprimir. No es un instinto natural ni un destino biológico; es una idea que ha sido moldeada por siglos de patriarcado.

Nos enseñaron que amar significa encontrar una “media naranja”, completarnos en el otro, como si no las mujeres ya fuéramos seres completos desde la cuna hasta la tumba, y sacrificar todo en nombre del amor. Sufrir si es necesario, no soltar a la pareja, meter la cola entre las patas con tal de que no se vaya, servir, servir, servir… Sin embargo, este ideal está lejos de ser una inofensiva idea bonita que “hace felices a las mujeres”. Porque claro, la sociedad también nos ha educado para pensar que esas cosas son “cosas de mujeres”.

Silvia Federici lo define como “una construcción cultural que ha sido instrumental en someter a las mujeres a roles específicos dentro del sistema capitalista”. Nos prometen felicidad, pero lo que entregan es subordinación, sufrimiento, obsesión, soledad y control en la gran mayoría de los casos.

El mito del amor romántico no es neutral, es importante tenerlo en cuenta. Pero, ¿por qué no lo es? Porque refuerza el deber de las mujeres de ser las cuidadoras emocionales, las conciliadoras, las eternas sacrificadas. La literatura, el cine y la música perpetúan este discurso, glorificando relaciones tóxicas y dependientes mientras ocultan las desigualdades que se generan de la mano de este discurso rancio. El amor romántico no es amor; es una herramienta política que perpetúa el control emocional y económico de las mujeres.

Al grano, ¿en qué afecta el amor romántico a las mujeres?

El amor romántico nos cuesta a las mujeres, y nos cuesta mucho; o mejor dicho, nos cuesta todo.

Nos obliga a colocar las necesidades del otro por encima de las nuestras, negándonos el derecho a la autonomía. Como bien señala Bell Hooks, “el amor, en el contexto del patriarcado, no es más que una forma de dominación que obliga a las mujeres a entregar su energía vital al mantenimiento de las estructuras opresivas”. Las mujeres dentro del capitalismo somos pilares fundamentales: las que paren a los obreros, las que los crían, las que mantienen en orden la casa y la vida de ellos para que puedan entregarse totalmente al sistema.

Además, el amor romántico mata. Literalmente. En muchos casos, las relaciones basadas en estas dinámicas llevan a situaciones de violencia extrema. Los feminicidios, los abusos y las agresiones son frecuentemente llevados a cabo por parejas románticas que internalizaron la idea de que el amor da derecho a controlar, celar y poseer. Y esto no es una opinión, son datos duros:

Según la ONU, el 38% de los feminicidios en el mundo son cometidos por parejas o exparejas. Esta no es una coincidencia, es una consecuencia directa de un sistema que no sólo normaliza, sino que demanda el sacrificio de las mujeres en nombre del amor.

¿Cómo reconocer el amor romántico? Síntomas y cómo afectan al desarrollo personal

El amor romántico puede hacernos sentir como una droga. Sus síntomas incluyen celos disfrazados de cuidado casi “heroico” o “paternal” (!), sacrificio presentado como generosidad, y dependencia emocional camuflada como “entrega total” y “compromiso” . Simone de Beauvoir ya lo advertía: “El amor romántico enseña a las mujeres a valorarse en función de su capacidad para agradar y servir” (El segundo sexo, 1949).

Cada uno de estos síntomas golpea directamente en el desarrollo personal de las mujeres. El tiempo que dedicamos a complacer a la pareja, a preocuparnos por los celos o a soportar dinámicas abusivas es tiempo que podríamos invertir en nosotras mismas. Renunciamos a nuestras metas, aplazamos nuestros sueños y dejamos de construir nuestra propia identidad y a nosotras mismas en general. ¿El resultado? Una generación tras otra de mujeres condicionadas para vivir a través de los demás, perdiendo de vista su propio valor como seres humanos. Tan seres humanos como “el hombre”.

¿Por qué importa el desarrollo personal y profesional de las mujeres?

Esta pregunta duele, no por la respuesta, sino por la necesidad de plantearla. Las mujeres, ¿importamos? ¿nuestro cerebro? ¿nuestra personalidad? Sí. Sí importa.

El desarrollo personal y profesional de las mujeres importa porque la libertad no se negocia. Virginia Woolf, en su obra Una habitación propia (1929), defendía que las mujeres necesitan espacio propio, independencia económica y tiempo para dejar volar su creatividad, sin más. Sin embargo, el amor romántico nos roba todo esto: nos quita el tiempo, la energía y los recursos que podríamos destinar a nuestra autonomía.

Desde que tienes novio/esposo, ¿cuándo fue la última vez que tuviste tiempo para ti, para el ocio, para la creatividad, para un hobbie que no lo involucre? La respuesta queda en el aire y en las que leen esto.

Cuando las mujeres priorizan su desarrollo, desafían las normas que las quieren relegar a roles secundarios. Esto no solo beneficia a las mujeres mismas, sino a toda la sociedad. Una mujer autónoma es un desafío directo al patriarcado; es una evidencia viviente de que no sólo nos necesitamos de un hombre para definir nuestro valor o sentido de propósito, sino que ellos no tienen derecho de definirnos, en ningún caso. La libertad es la antítesis del amor romántico y el verdadero amor, sin libertad, no existe.

El amor romántico: la vieja confiable para mantener la opresión sistémica

El amor romántico no es una experiencia personal e inofensiva; es un dispositivo estructural que refuerza las jerarquías de género. Emma Goldman lo calificó como “una superstición moderna que mantiene a las mujeres en un estado de servidumbre emocional y económica”. Esta idea, glorificada y normalizada, asegura que las mujeres dediquen sus vidas a la familia y los hijos, dejando de lado su propio crecimiento y contribución en otros ámbitos.

Además, el amor romántico perpetúa la idea de que las mujeres son responsables del éxito de las relaciones. Si algo falla, se les culpa por no haber “amado lo suficiente” o por no haberse “sacrificado” como debió. Esto no solo genera culpa, sino que perpetúa la dependencia, atrapándonos en dinámicas de abuso físico, emocional, económico, mental y un largo etc.

¿Cómo desmontar al amor romántico de raíz? ¿Es posible?

Para desmontar al amor romántico, primero debemos verlo por lo que realmente es: un constructo social. En palabras de Audre Lorde, “las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”. Esto significa que no basta con buscar “mejores” relaciones dentro del sistema; debemos cambiar la forma en que entendemos, vemos, sentimos y vivimos el amor.

La educación es la clave. La consciencia. Debemos enseñar a las mujeres y niñas a no valorarse dependiendo de su relación, si tienen una o no, cómo la vea la gente, etc. La primera prioridad de las mujeres, debemos ser nosotras mismas como individuas y sujetas políticas. No es egoísmo, es amor. Sin embargo, esto no significa no amar a otros (u otras) de una forma sexoafectiva. Al contrario: en tanto nosotras seamos seres completas, tendremos la base para poder construir una relación madura, con libertad y límites.

Y en el caso de los niños y hombres, serviría en un principio enseñarles que el amor no significa posesión ni control. También es básico normalizar en nuestra mente y entorno relaciones más que igualitarias, equitativas, basadas en el respeto mutuo y la libertad.

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El amor no debería ser una jaula; debería ser un espacio de crecimiento mutuo. Como dice Lila Abu-Lughod, “la verdadera liberación no está en rechazar el amor, sino en reinventarlo”. Amar no significa renunciar a nosotras mismas, sino encontrar la forma de crecer junto a nuestra pareja, a la par, sin sacrificios ni opresión: como si fuéramos dos seres humanos, más que un humano y una costilla.

Porque el amor, cuando es verdadero, nunca nos hará pequeñas; nos hará infinitas.

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