Explorando el impacto del duelo por las mascotas y cómo los altares y rituales ayudan a manejar la pérdida.
Durante los festejos dedicados a las ánimas, numerosas personas rinden homenaje a sus mascotas fallecidas mediante la creación de altares.
María del Carmen Gordoa Haros, psicoterapeuta humanista especializada en trauma y tanatología, señala que apenas un 5% de las personas buscan asistencia profesional para procesar la pérdida de sus mascotas.
El duelo por la muerte de una mascota muchas veces no es reconocido socialmente, lo cual contrasta con la pérdida de seres humanos.
La especialista indica que el dolor que se siente al perder una mascota puede ser profundo, sin embargo, es frecuentemente subestimado por la sociedad, dejando a los afectados sintiéndose solos y mal comprendidos.
“Es crucial validar el vínculo emocional entre la persona y su animal, para que puedan expresar su tristeza, sin temor a ser juzgados, los animales de compañía, perros, gatos, aves, no solo brindan amor incondicional, sino que también son una fuente de apoyo emocional y compañía”, afirma Gordoa Haros.
La falta de reconocimiento social hacia el duelo por mascotas puede provocar aislamiento y vergüenza, llevando a solo un pequeño porcentaje de afectados a buscar ayuda profesional.
Gordoa Haros recomienda usar frases empáticas como “sé lo importante que era para ti” para hacer sentir a la persona que su dolor es comprendido.
En cambio, frases que trivializan la pérdida, como “era solo un animal”, deben evitarse ya que intensifican el sufrimiento.
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La experta también sugiere realizar rituales como escribir cartas o plantar un árbol en memoria del animal, facilitando así la integración del duelo.
El 27 de octubre, se instalaron altares de muertos para mascotas, decorados con flores de cempasúchil, veladoras y objetos personales de los animales como croquetas, mantas y juguetes favoritos.
Según la tradición, estos seres regresan temporalmente del Mictlán para reunirse con sus familias humanas, recordándonos el amor incondicional de aquellos que, aunque físicamente ausentes, permanecen en espíritu.