Tzintzuntzan, Michoacán.- En el Atrio de Los Olivos retumba el “toro pinto” mujeres, hombres y niños bailan al son de la música de banda vestidos con trajes típicos de la región lacustre de Pátzcuaro para bendecir y desfilar por el pasillo principal y salir hasta la carretera que conduce a uno de los dos panteones de Tzintzuntzan, el Pueblo Mágico que se caracteriza en esta Noche de Ánimas, por este singular ritual.
Las Cruces, en su mayoría cuentan con seis o siete niveles que son los que se deben pasar para llegar al cielo, están adornadas con flor de cempasúchil y frutas, panes y en el centro tienen una fotografía del difunto acompañado de una imagen religiosa. El sacerdote del lugar hace una bendición, arroja agua bendita y empieza a sonar la música…
Bailan y no lloran, aunque sus muertos son recientes, honran su memoria así. Las mujeres con cestas de pan, frutas y ofrendas; los hombres, cargando la cruz. Bailan, todos bailan, hasta los más pequeños se mueven al ritmo. Todo en el marco de la celebración de la Noche de Ánimas en esta región. Familiares y padrinos de los difuntos elaboraron las Cruces para colocarlas en las tumbas que previamente iluminaron y tapizaron con flores de cempasúchil.
Al llegar al camposanto y sin dejar de bailar, recorren los pasillos hasta llegar a su tumba. Colocan las Cruces, encienden más luminarias y las acomodan de manera armoniosa en los bordes y centro de las lápidas. No se siente frío, es un ambiente en el que no celebran a la muerte pero sí, el encuentro entre los vivos y los que ya partieron.
Al concluir la labor toman un lugar y oran, hablan entre ellos y recuerdan a su familiar y/o familiares difuntos. Cuentan sus anécdotas y acompañan su camino, no están tristes y esperan ansiosos a que llegue la hora anhelada para recibir a los suyos.