Después de la Segunda Guerra Mundial surgen nuevos movimientos sociales y discursos articulados a éstos, discursos que fueron expresados respecto de temas duramente reprimidos por Estados racistas europeos, como Alemania, España, Italia.
Los nuevos movimientos sociales y sus discursos planteaban mayor apertura y participación de la sociedad civil para fortalecer la autonomía y participación en la vida política y de gobierno; los temas que se abanderaron fueron la equidad de género, diversidad sexual, paz, desarrollo, igualdad, medio ambiente, diversidad cultural, indigenismo, meritocracia, entre otros temas que de suyo son importantes, pese a éstos, el tema que no se tocó fue el mercado, los medios y la sociedad.
Estos nuevos movimientos sociales se han sustentado, dice Carlos Telly, en al menos varias características: haber sido transgredidos en sus derechos, movimientos fortalecidos en el tiempo, planteados desde modelos solidarios, con posicionamientos y elementos de identidad.
Hoy los nuevos movimientos sociales continúan presentes en organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional, Greenpeace, entre otros, quienes continúan posicionando las asimetrías entre el poder y bastos segmentos de población empobrecidos y que no han logrado mejorar sus condiciones de vida, no obstante el planteamiento desde el presidente Truman en los años 40 y su teoría de la modernidad, de hacer de los países en atraso modelos de modernidad; esto es, países pobres que mediante la modernización podrían alcanzar el desarrollo en las mismas condiciones de aquellos países que han construido mejores condiciones de prosperidad.
Estos nuevos movimientos sociales, en el caso de México, han estado presentes, ya en el movimiento estudiantil de 1968, en las movilizaciones sociales del sismo de 1985, sobre todo en la Ciudad de México; el movimiento social del fraude postelectoral de 1988 y posteriormente el de 2006; el movimiento zapatista indígena y hoy su resurgimiento a la vida pública e institucional de la aspirante a la presidencia, Marichuy, luchas ambientalistas de la Asociación Nacional de Ambientalistas, de la defensa de los bosques en Chihuahua, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, entre otros.
Pero reflexiono en el primero de estos movimientos a los que aludí en el párrafo anterior; en los años 60, diversas universidades en el mundo enfrentaron revueltas de sus universitarios; así, en 1968, en México se abre un antes y un después respecto de las diferentes protestas que se han ido construyendo en contra del Estado y su visión de regulación y control.
En el caso del movimiento de estudiantes en México de los años 60, éste marcó entre los estudiantes el surgimiento de la conciencia sobre la relevancia de los derechos en la sociedad mexicana, bajo la premisa de que las personas han confiado al Estado su protección, no su destrucción; sólo recordemos que en aquellos tiempos de los 70 se vivió la Guerra Sucia, y con o sin una comisión de la verdad, se continúa en deuda de saber realmente qué paso y quiénes son las víctimas directas e indirectas, sus nombres y apellidos, sus narrativas, conocer datos duros y también las situaciones que han vivido durante todos estos años; la sociedad requiere conocer de los familiares su lucha para localizar los restos de las personas desaparecidas; ejemplo de persistencia lo es Rosario Ibarra de Piedra, entre otras mujeres.
Conmemorar 50 años de un movimiento social nos plantea continuar recordando uno de los momentos fundacionales del México democrático, que en la búsqueda de la autonomía y de los derechos humanos que se requería que el Estado defendiera, se observaron los embates autoritarios que pronto desconocieron la dignidad de las personas, principalmente de estudiantes, hombres y mujeres que luchan por la autonomía y emancipación.
Dar cuenta a 50 años de la trascendencia y repercusiones de ese movimiento en la transformación y creación del México que vivimos y reflexionar sobre las lecciones que sucedieron, nos pueden dar para entender y dar respuesta a los complejos retos y desafíos que hoy enfrentamos. Y es que, como hace 50 años, los derechos humanos siguen demandándose de las autoridades pese a las reformas constitucionales de 2011 en materia de derechoso humanos y las responsabilidades del Estado mexicano.
Antes como ahora continuamos viviendo microlibertades en el marco de las macrorestricciones, como en antaño, las libertades continúan siendo amenazadas, y por ende continuamos observando a una sociedad que vive en la apatía de una participación de mayor impacto, un creciente escepticismo de una población que se desespera ante los resultados que observan y donde pueden hacer poco por la inacción a las que están regulados; por ello me parece toral que en nuestro país se recuerden fechas importantes y aniversarios que nos hagan reflexionar sobre la importancia de construir un país mejor, un país lleno de emociones, de valores que nos permitan una mejorar convivencia que nos ayude a consolidar una cultura democrática y de derechos humanos en nuestra sociedad, pero sobre todo de libertades.
Sigo insistiendo que las universidades públicas, así como la Universidad Nacional, o bien la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, son y serán las estructuras fundamentales para la trasformación de México frente a todo problema y adversidad, de ahí la necesidad de que como sociedad, como gobierno, se les brinde todo, absolutamente todo el apoyo que las fortalezca y por ende ayudar al fortalecimiento y formación de nuestros jóvenes.
A 50 años del movimiento estudiantil del 68 y del programa que se presentó para dicha conmemoración, se permitirá a los jóvenes de hoy conocer los testimonios de sus protagonistas y las reflexiones que formulen éstos sobre sus repercusiones y trascendencia que hoy se viven; les permitirán tomar una mayor conciencia del valor y necesidad de defender y preservar nuestros derechos y libertades fundamentales ya reconocidas y protegidas, como debe ser, por el Estado mexicano; pero también la conmemoración les permitirá observar la importancia de impulsar y lograr las transformaciones de las realidades sociales que hoy reclaman más de 53 millones de personas que viven en pobreza.