Tal vez una de las fechas que se encuentran más impregnadas en el imaginario colectivo de la sociedad mexicana es el 19 de septiembre. Si bien, después de 1985 cada año se realizan ceremonia luctuosas y simulacros en todo el país, es importante puntualizar, que todavía la cultura de la prevención en la sociedad mexicana no ha permeado por completo.
Un indicativo de esta aseveración, lo brinda la encuesta realizada en días recientes por el Financiero Bloomberg, la cual señala que el 19 por ciento de los capitalinos preferiría no estar en la ciudad este 19 de septiembre debido a que en esa fecha se han registrado dos fuertes sismos; mientras que el 77 por ciento de los encuestados indicó que prefiere participar en simulacros de temblores y un 4 por ciento indicó no saber al respecto.
Si bien es cierto, que resulta difícil predecir cuándo se presentarán los fenómenos naturales, más aún en el caso de los sismos; es común y normal que vuela a temblar. De acuerdo con Maplecroft, una empresa británica de análisis de riesgo, la región más vulnerable es Asia. Sin embargo, México aparece dentro de las 10 naciones con mayor exposición a riesgos naturales desde tormentas tropicales, huracanes y actividad sísmica.
Derivado de lo anterior, resulta sustancial que tanto el gobierno y la sociedad consoliden una cultura de la prevención. Consolidar esta sinergia no es tarea fácil, las instrucciones sobre protección civil, no siempre son sencillas y por ello, el Gobierno debe establecer mecanismos de aprendizaje para enseñar a la población los pasos a seguir en caso de desastre.
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La concientización sobre los problemas que generan los desastres naturales deben ser desde la infancia, incluso antes de ingresar a la educación inicial. Esto con el fin de acatar las medidas para mitigar el posible impacto. La población debe acostumbrarse a los simulacros de emergencia, a convivir con los planes de emergencia del Gobierno, a mantenerse preparados con artículos para casos de emergencia; es decir, vivir con la posibilidad de un desastre natural. Aunado lo anterior, resulta indispensable invertir en el fortalecimiento de la infraestructura urbana, comunicacional y transporte público, con el objetivo de que la comunicación pública no se vea dañada.
En síntesis, una sociedad prevenida saldrá avante, pues podemos disminuir nuestra vulnerabilidad si conocemos qué la provoca, en dónde y cuándo. La reducción de la vulnerabilidad física ante los sismos o un desastre natural lleva tiempo y cuesta dinero, pero la reducción de la vulnerabilidad social se puede implementar de inmediato.